Espiritualidad y salud mental
Agradecemos la VOZ de Maribel Rodríguez, doctora en Medicina y médica psiquiatra, máster en Psicoterapia y experta en Logoterapia y en Hipnosis. Profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo CEU y de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Comillas
El filósofo Wittgenstein acaba el “Tractatus Lógico-Filosófico” con el aforismo: “de lo que no se puede hablar, más vale callar”. ¿Qué le sugiere? ¿Recomendaría una cierta dosis de silencio en las actuales circunstancias?
Sí, necesitamos silencio ante lo que aún no podemos comprender y asimilar. Lo que no quiere decir que una vez comprendido, discernido y sometido a un juicio crítico, no podamos hacer un análisis correcto de la situación y actuar en consecuencia.
Por último, como directora de la Cátedra Edith Stein de Ávila, ¿qué nos diría una mística como ella hoy?
Creo que nos diría fundamentalmente que el sufrimiento tiene sentido, siempre y cuando sepamos mirarlo desde el lugar más profundo de nosotros mismos, con apertura al amor, a la entrega y a la empatía con el sufrimiento de otros. Para ella, el sufrimiento supone una oportunidad de aprender y de estar más unidos a un Dios que sufre con nosotros porque se ha permitido vivir la vulnerabilidad humana en la cruz, por lo que nos acompaña hasta en los dolores más intensos de la vida. Para ella, también es importante la experiencia de vivir con la confianza en que nuestra realidad interna y externa es sostenida por Dios, a pesar de todas las cosas difíciles que nos queden por atravesar.
FINAL DE LA ENTREVISTA
¿Cómo se cultiva esa otra escucha de uno mismo y de los demás? Más aun teniendo en cuenta que están en circunstancias muy adversas por lo que respecta a la propia seguridad, desbordados por la virulencia de la infección, viéndose obligados a ser los únicos acompañantes de enfermos moribundos o teniendo que informar a sus familias.
Hay muchas formas de cultivar esta dimensión. Creo que la principal, en estas circunstancias, es aprender a mirar lo mejor y más profundo de nosotros mismos y a potenciarlo, siendo conscientes del bien que podemos albergar y aportar a otros, valorando lo que somos como seres humanos que tienen la oportunidad de traer salud, alivio y compañía humana a otras personas que sufren (pacientes y compañeros de trabajo). Acordarnos de esto y ponerlo en práctica, en nuestro trabajo como profesionales de la salud, me parece que es algo fundamental.
Añado una serie de posibilidades, porque creo que puede ser de ayuda para contemplar diversas opciones:
- Ser conscientes de qué puede ser esa dimensión espiritual, preguntarnos por ella, explorándola para conocernos mejor a nosotros mismos. Conocernos puede hacer que nos demos cuenta de esa dimensión que todos tenemos en lo profundo y que puede aportarnos luz y fuerzas en la adversidad y ayudarnos a afrontar las dificultades cotidianas que nos toca vivir.
- Cultivar la conexión con la espiritualidad: con oración, meditación, petición, intención de tener compasión y amor (hacia nosotros mismos y hacia los demás), lecturas espirituales, etc. También puede ayudar el hecho de darnos espacios para el silencio (aunque sea durante segundos), para estar con nosotros mismos y cultivar así nuestra vida interior. Podríamos aprovechar ese silencio interior para mirarnos con empatía y amor, apoyándonos en la perspectiva de que algo que nos sostiene desde dentro o más allá de nosotros puede ser de gran ayuda ante la adversidad. Otra opción puede ser hacer una oración en mitad de la acción pidiendo fuerzas, pidiendo por la salud y el bienestar del paciente que tenemos delante o simplemente transmitiéndole acogida y cariño (algo que es también fundamental hacer con nosotros mismos). También se puede meditar poniendo plena atención al momento presente y a lo que toca hacer en este momento, dejando de lado distracciones y “ruidos” mentales.
- Tener experiencias comunitarias: tener una red de encuentro y de soporte, dentro de la misma fe, perspectiva espiritual o práctica de meditación, puede ser también de gran ayuda. En nuestro trabajo, también ayuda si compartimos algo de esa práctica con compañeros que tengan una perspectiva similar a la nuestra, o al menos podemos hablar de ello y apoyarnos mutuamente.
- Buscar el sentido de la vida, como planteaba Viktor Frankl, captando el valor de lo que hacemos y de lo que sucede en cada momento. También se puede buscar el sentido mirando la vida desde una perspectiva global de nuestra existencia o buscando el sentido último de todas las cosas (como, por ejemplo, tratando de percibir un orden implícito que lo sostiene todo).
- Buscar sentido al sufrimiento: ante el sufrimiento, Viktor Frankl propone poner en marcha los valores de actitud. Por ejemplo, tomar consciencia de que ante lo que estamos pasando puede existir la posibilidad de adoptar una actitud constructiva, viéndola como posibilidad de aprendizaje, entrega, superación personal, cooperación con otros, etc. Para Frankl esa libertad de cultivar la mejor actitud posible se sostiene en la capacidad del espíritu para oponer resistencia a circunstancias adversas.
- Cultivar la aceptación, dándonos cuenta de que nuestro yo no es el que lo controla todo y de que la realidad que nos rodea es más que nosotros mismos y nuestros deseos. Para las personas religiosas, esto se manifestaría poniendo todo lo que no pueden controlar en manos de Dios y centrando la acción en lo que realmente sea posible controlar. La aceptación es un elemento fundamental para tolerar la incertidumbre y desarrollar humildad y apertura ante la realidad.
- Cultivar la libertad interior: lo que quiere decir que en nuestro interior hay un espacio íntimo en el que no puede entrar nadie más que nosotros, desde donde podemos mirar lo que ocurre fuera con más libertad y perspectiva, así como encontrarnos con nosotros mismos en lo más íntimo y profundo que tenemos. Tomar consciencia de la libertad interior nos permite ejercerla y tener más capacidad de elección, lo que puede dar más posibilidades de crecer en la adversidad.
- Tomar consciencia de fuerza del amor y ponerlo en práctica: el amor es fundamental para sobrevivir en situaciones adversas, para unirnos a otros y dar sentido a la relación de ayuda. Ese amor debe incluirnos también a nosotros mismos para ser completo y debe llevarnos a cuidarnos de manera adecuada. A su vez, el amor nos ayuda a mirar más allá de nosotros mismos y aumenta las posibilidades de que podamos ver más allá de nuestro dolor. En la situación que vivimos hay muchas vías de expresar ese amor, desde el cuidado de nuestros pacientes actuando con ellos como nos gustaría ser cuidados nosotros, hasta el cuidado y respeto a las relaciones con nuestros compañeros, familiares, etc., pues a todos nos toca, hoy en día, bregar con una dosis, mayor o menor, de sufrimiento.
- Cultivar la consciencia de la belleza: la belleza aporta sentido, nos abre el horizonte hacia una percepción más amplia de las situaciones dolorosas, de tal forma que, si prestamos atención a la belleza de las pequeñas cosas cotidianas, es más fácil poder soportar los días adversos y que la negatividad no nos invada. Puede consistir en darnos tiempo para ver imágenes que nos resulten bellas, percibir detalles cotidianos que nos inspiren esa belleza en mitad de las dificultades que nos toquen vivir (a veces, tan sólo mirar por un instante la luz que entra por la ventana, nos puede conectar con la belleza y aliviar nuestro malestar).
Continuará...
A la hora de abordar el sufrimiento psíquico en las circunstancias actuales, ¿cómo debe acercarse el clínico a la exploración de la dimensión espiritual del sujeto?
Hay varias formas de acercarse a la espiritualidad del sujeto, con dos líneas fundamentales de abordaje.
La primera es preguntando directamente si a una persona en concreto la religiosidad o la espiritualidad le ayuda a sobrellevar mejor su situación de sufrimiento (lo que incluiría preguntar aspectos generales de su visión espiritual y por prácticas espirituales o religiosas que le puedan resultar de ayuda).
También es importante preguntar si esa religiosidad o espiritualidad puede generarle algún problema (pensemos en cuando se vive de forma estricta, cuando hay conflictos con una comunidad, etc.).
La segunda línea general de abordar la cuestión es con preguntas más indirectas, como plantearle a la persona qué le está dando fuerzas en estos momentos de dificultad o qué le ha dado fuerzas en otros momentos difíciles de su vida (muchas veces surgen alusiones a la espiritualidad).
En cuanto a los profesionales de la salud, ¿cree que deben cuidar la dimensión espiritual o que, sin saberlo, ya lo están haciendo? ¿Tiene que ver este cuidado con comulgar con una confesión religiosa o es aplicable a cualquier ser humano?
No considero que el cuidado de la dimensión espiritual se pueda considerar como un “deber”, sino que creo que es una oportunidad de crecer y de encontrar fuerzas adicionales y sentido ante lo que nos toca vivir. Creo que todo ser humano que busca expresar ciertos valores en su vida, como el bien y la verdad, la justicia o el amor, ya está poniendo de manifiesto algo espiritual que le construye como persona y que le ayuda a dar sentido a su vida cotidianamente. El hacernos conscientes de ello nos puede ayudar a cultivarlo con más énfasis y a darnos cuenta de cómo nos llega a construir como personas, de una manera más completa, aportándonos más riqueza, profundidad, más luz y fuerzas para combatir las dificultades que tenemos que atravesar en nuestros días.
Ese cuidado puede hacerse dentro o fuera de una confesión religiosa. Al ser una dimensión constituyente de todo ser humano, se da en todas las personas, tanto si son religiosas como si no.
La diferencia es que la religión aporta, entre otras cosas, un método de cultivar la dimensión espiritual y un camino compartido con otros.
Continuará...
¿Qué definición propone del término espiritualidad?
Las definiciones de lo que es la espiritualidad son muy variadas, quizás haya tantas formas de vivirla como personas. Procuraré resumir las que me parecen más acertadas, con una variedad de opciones en la que cualquier persona pueda encontrar su manera de entender la espiritualidad.
La espiritualidad tiende a considerarse como la dimensión más esencial del ser humano, o a relacionarse con aspectos inmateriales de la existencia, como nuestra capacidad de amar o de tener compasión o de sacar fuerzas de lo más profundo de nosotros mismos. También se asocia con la trascendencia, con la esperanza, con la inspiración, con el propósito y con el sentido de la vida y con el sentido último de todas las cosas. En otros casos se ha relacionado la espiritualidad con la capacidad de conectar armónicamente con lo más profundo de uno mismo, con los demás, con la naturaleza, con Dios o con una realidad superior. O bien se ha entendido como lo que inspira y alimenta el amor, la ética, la creatividad, la consciencia o la percepción de lo sagrado.
Viktor Frankl plantea que la espiritualidad es lo que tenemos de humano y la dimensión esencial en la que acontece nuestra existencia. La espiritualidad puede aportar ciertos recursos internos y puede darnos fuerzas, creatividad, humanidad o sentido a la vida. Algo que puede ser muy importante en las situaciones difíciles que se nos presentan, aportándonos elementos que permitan superarlas o afrontarlas mejor.
¿Cuál es la relación entre espiritualidad y salud mental?
En la mayoría de los estudios que tratan de buscar esa relación, se encuentra una asociación positiva entre cultivar la dimensión espiritual y mejor salud mental (menos ansiedad, menos depresión, menos adicciones, menos riesgo de suicidio, mejor pronóstico de enfermedades mentales, etc.). La espiritualidad también se ha relacionado con un mayor bienestar psicológico. No obstante, hay algún estudio que pone de manifiesto que esa relación puede ser inversa cuando se viven formas de espiritualidad más infantiles o narcisistas. Por lo que habría que discernir, en cada caso, si la espiritualidad lleva a mirar más allá de uno mismo y a amar más a otros (y en este caso hablaríamos de espiritualidad más “saludable”), o bien si la espiritualidad es una forma de regresión narcisista al servicio de los propios egoísmos (y en ese caso, esa manera de vivirla nos perjudicaría y no sería “saludable”).
Continuará...
El impacto en la salud mental durante la temporada navideña: luces y sombras
Agradecemos la VOZ sobre SaludMental de Lorna Huitrón (Editora en Notimex)
Mientras brinda alegría y festividad, esta época puede también arrojar sombras sobre la salud mental y cómo abordar estos desafíos.
La temporada navideña, una época de alegría y festividades para muchos, se revela como un período complejo que puede afectar profundamente la salud mental de las personas. Aunque para algunos esta temporada trae consigo amor, unión familiar y momentos de felicidad, para otros puede ser un desafío emocional abrumador.
Para muchos, estas fiestas son sinónimo de felicidad, amor y reuniones familiares. La conexión con seres queridos, la generosidad y el espíritu festivo suelen ser fuentes de alegría y bienestar emocional. Sin embargo, para otros, la Navidad puede ser una época desafiante.
La psicología detrás de la época decembrina se relaciona estrechamente con la idea de la familia unida y la felicidad. Sin embargo, esta representación idealizada no refleja la realidad de todos. César Sánchez, psicólogo y coach de vida, destaca que muchas personas se enfrentan a dificultades que los alejan de experimentar esa felicidad asociada con las festividades.
“Estas fechas nos habla de amor y fraternidad, pero desafortunadamente, no todas las personas están en situaciones que les permitan sentirse felices”, señala Sánchez. Pérdidas personales, separaciones, problemas laborales o la ausencia de familiares pueden generar una sensación de desconexión con el espíritu festivo, llevando a aislamiento y tristeza en quienes enfrentan estos desafíos.
La temporada navideña es una mezcla.
La temporada navideña, una mezcla de alegría y complejidad, ejerce un poderoso impacto en la salud mental. Mientras para algunos representa amor, unión y felicidad, para otros, se convierte en un desafío emocional abrumador, destacando la dualidad de estas festividades en la esfera emocional de las personas. (WordPress)
El clima puede afectar el estado ánimo
El clima invernal también desempeña un papel en el estado de ánimo durante estas fechas. El terapeuta destacó cómo, en lugares como México, el clima frío puede influir en el ánimo de las personas, afectando su disposición hacia las celebraciones navideñas.
“Los síntomas asociados con el impacto en la salud mental durante esta temporada incluyen el aislamiento extremo, la pérdida de interés en actividades placenteras y pensamientos recurrentes y negativos que pueden llevar a estados depresivos”, detalló.
Aunado a la falta de pertenencia a un ambiente festivo, la pérdida de seres queridos o bienes materiales pueden ser detonantes para estos estados emocionales.
La soledad también se magnifica durante estas festividades.
Para aquellos que no tienen a sus seres queridos cerca o han experimentado pérdidas significativas, la temporada navideña puede exacerbar los sentimientos de aislamiento y tristeza. Los recuerdos dolorosos y la sensación de estar fuera de lugar en un ambiente festivo pueden ser abrumadores”, indicó.
El invierno trae consigo más que frío externo.
El invierno trae consigo más que solo temperaturas frías: su impacto en el estado de ánimo durante las festividades es innegable. En lugares como México, el clima invernal se convierte en un factor que moldea las emociones, afectando la disposición de las personas hacia las celebraciones navideñas, como advierten los terapeutas.
La tristeza puede llegar a depresión
Sin embargo, César Sánchez enfatizó que la tristeza puede transformarse en depresión si no se aborda adecuadamente. “Es importante reestructurar los pensamientos negativos, aceptar situaciones inmodificables y revalorizar el autoconcepto para promover una visión más positiva y realista de la vida”, indicó el psicólogo.
La intervención terapéutica, tanto psicológica como psiquiátrica, juega un papel clave en la gestión de estos desafíos. Sánchez subrayó la influencia de los cambios en los pensamientos en la química corporal, destacando la relevancia de una actitud positiva y consciente para mejorar la salud mental en estas circunstancias desafiantes.
La temporada navideña, a pesar de sus luces brillantes y momentos de alegría, también arroja sombras que pueden afectar significativamente la salud mental. Sin embargo, el apoyo terapéutico y el cambio en los patrones de pensamiento ofrecen un camino hacia la recuperación y el bienestar emocional en estos tiempos desafiantes.
La presión social y estrés afecta considerablemente
La presión social juega un papel significativo en el impacto en la salud mental durante esta temporada. Las expectativas de regalos costosos, reuniones perfectas y el cumplimiento de tradiciones pueden generar un estrés abrumador. El deseo de ajustarse a estas expectativas puede provocar ansiedad financiera y emocional, creando una carga pesada para muchos.
La temporada navideña viene acompañada
La temporada navideña viene acompañada de una presión social notable que incide en la salud mental. Las expectativas de regalos costosos, reuniones perfectas y la rigidez en las tradiciones generan un estrés abrumador.
El estrés es otro factor que puede afectar la salud mental.
Los preparativos para las fiestas, las compras de última hora, la organización de eventos y la gestión de las relaciones familiares pueden desencadenar altos niveles de estrés, agotamiento y ansiedad.
Es esencial abordar estos desafíos de manera proactiva para preservar la salud mental durante la Navidad.
Establecer límites claros, tanto en las expectativas personales como en las sociales, puede aliviar parte de la presión. Aprender a decir no a compromisos que generen estrés adicional es fundamental para cuidar el bienestar emocional y tu SaludMental en esta temporada.
Navidad y su impacto psicológico
Agradecemos la VOZ sobre SaludMental de la Psicóloga General Inés Bárcenas Taland
(Para leer el siguiente artículo ponte los lentes de visión espiritual del Dr. Kendler)
Hoy hablaremos sobre la Navidad y de cómo afecta a nuestras cabecitas. En esas fechas, mis pacientes siempre suelen traer temáticas dignas de un especial navideño. Y es que hay gente a la que le encanta la Navidad, y siente que estas fechas son de amor y paz, pero para muchos otros estas semanas suponen un verdadero reto para su salud mental.
Tal vez el mejor punto de partida sea recordar que la Navidad es una de las fiestas más psicológicas de la humanidad, ya que se hace eco del terror visceral a la oscuridad que caracterizó las primeras experiencias invernales de la humanidad.
Si avanzamos milenios, hoy tenemos una Navidad globalizada, repleta de adornos, compromisos familiares, coreografía social, de intercambio de regalos, una exaltación de la alegría y el amor. Pero no deja de ser una época de cambio en la que el frío y la oscuridad invitan a la introspección.
El impacto psicológico de las Navidades
“La Navidad afecta a la mente humana de muchas maneras, es capaz de estimular la alegría, la nostalgia, la emoción, la inquietud y el estrés, a veces todo al mismo tiempo», escribe el profesor Brian Hughes en su artículo.
Por su parte, en 1930, el presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge, hizo la siguiente observación sobre las fiestas anuales de fin de año: «La Navidad no es una época ni una estación, sino un estado de ánimo».
¿Cuál es el estado de ánimo de la Navidad?
Los datos de la Encuesta Social Europea sugieren que las personas declaran un menor bienestar emocional en Navidad. En tanto, tal como nos cuenta Álvaro Piqueras en este artículo para el AS: “Según se desprende del ‘Observatorio de la Navidad en España’, al 33% de los españoles no le gusta la Navidad, mientras que el 27% asegura que le agrada poco, y el 6% directamente la odia”
Nuestros niveles de estrés aumentan en estas dos semanas estamos expuestos a un gran número de estímulos visuales y auditivos, aglomeraciones, interacciones, prisas, gastos, reflexiones de cierre de año, recuerdos melancólicos, etc.
El Síndrome del Villancico se refiere al estrés producido por el exceso de consumismo, la obligatoriedad de estar felices, reencontrarnos con personas que no nos caen bien o con las que tenemos conflictos, las elevadas expectativas con los preparativos, o la presión social de que todo tiene que estar perfecto.
El Síndrome de la Silla Vacía consiste en sentirse solo, pasarlo mal por la ausencia y la añoranza de un ser querido. Suele suceder al tener a personas queridas o familiares hospitalizados, ser inmigrante, estar privado de libertad, tener muy pocos recursos básicos, estar pasando por un proceso de duelo.
De hecho, las cifras de suicidios aumentan justo después de las fiestas. Estudios recientes sostienen que los suicidios aumentan a principios de enero, según lo recalca el siguiente artículo.
Cosas buenas para nuestra salud mental de las Navidades
Cantar juntos disminuye el estrés y aumenta el vínculo social, según expone el artículo de Psychology Today. En efecto, los investigadores de la Universidad de Michigan postulan que esta tradición puede aumentar el bienestar físico y psicológico, además de incrementar los vínculos sociales entre las personas que cantan juntas (Keeler et al., 2015).
Así, el canto en grupo parece disminuir el estrés, provocando un aumento de los niveles de oxitocina en sangre. Por otra parte, hacer regalos nos hace sentir más positivos y felices, tal como declara el siguiente estudio.
Estos investigadores canadienses de la Universidad de British Columbia han observado que pensar en los demás y ser detallistas a la hora de regalar, potencia nuestro bienestar. El acto de regalar hace que nos centremos en la otra persona, en cómo nos sentimos hacia ella y en lo importante que es para nosotros.
Consejos para mantenernos cuerdos durante las navidades
Compras: las investigaciones han demostrado que la mayoría de nosotros prefiere recibir un regalo que haya costado tiempo y esfuerzo, que uno que cueste mucho. Lo que cuenta es el pensamiento más que la etiqueta del precio. Así que, en lugar de quemar la visa, date un tiempo para pensar en las personas a las que quieres regalar, y prioriza los regalos de experiencias o con simbolismo.
Reduce las expectativas: no todo tiene que salir a la perfección ni como salió el año pasado.
Aprende a priorizar: hazte caso, respeta tus necesidades y mantén a raya el FOMO que caracteriza estas fiestas: ¡no se puede estar en misa y predicando!
Crear tradiciones: una oportunidad para estar cerca de los que están y de los que no están. Recordar los buenos momentos vividos con ellos, recuperar tradiciones que ellos impulsaban, crear nuevas tradiciones con los que están.
Obsérvate en los excesos y cultiva la introspección. Si ves que te pasas con la comida o el alcohol, piensa en qué emociones estás tratando de evitar. Trata de generar espacios para mirarte dentro, en lugar de taparlo.
¡No te impongas estar feliz todo el rato! Venimos de unos años muy duros, cerramos el año y esta estación no es la más brillante para nuestra salud mental. Acepta que las Navidades son una montaña rusa emocional.
"El cerebro despierto"La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller tomada de su libro "El Cerebro Despierto".
TERCER FRAGMENTO del CAPÍTULO 5 "Alguien cuida de mí".
A la vista del clima de tensión que había en su casa, quise asegurarme de que Iliana contaba con todo el apoyo posible para tratar de modificar la dinámica familiar, así que, con su consentimiento, invité a su madre y a su abuela a unirse a nosotras en su quinta sesión.
No estaba segura de si vendrían. Pero ese martes cuando fui a la sala de espera a buscar a Iliana, allí estaban, sentadas a su lado en los asientos de plástico azul.
La abuela, inmigrante de la República Dominicana, llevaba una impecable blusa blanca y una falda larga entallada, y el pelo negro, veteado de canas, peinado hacia atrás y recogido en un moño tirante, los surcos del peine aún visibles. Esperaba erguida como una vara, con el bolso bien sujeto sobre el regazo.
La madre iba vestida de un modo más informal, con vaqueros, zapatillas deportivas y una desgastada cazadora de estilo bomber con hombreras y estrecha de mangas. El pelo suelto le caía sobre los hombros. No iba exactamente desaliñada, pero parecía desconectada y distante. Evitaba mirarme a los ojos; si en algún momento se cruzaban nuestras miradas, apartaba la suya rápidamente. Debía de tener treinta y tantos años, pero, más que una madre, parecía una adolescente a la espera de recibir una reprimenda. Me daba toda la impresión de que la abuela la había obligado a venir.
La abuela y la madre querían hablar primero conmigo a solas, sin que estuviera Iliana, y cuando entramos en el despacho empezaron a decirme lo tristes y preocupadas que estaban. –Iliana está rabiosa, no quiere salir de su cuarto –decía la abuela–. Atranca la puerta.
Se enfada conmigo porque no la dejo irse por ahí. Pero es que tiene trece años, empieza a parecer una mujer. No quiero que vaya a las fiestas. –Me miró muy fijamente–. No quiero que acabe como su madre. La madre de Iliana no se inmutó. No parecía estar ofendida ni sorprendida. Daba la sensación de que ya habían pasado por lo mismo. La única reacción que tuvo a la crítica que acababa de oír fue mirarme, no en busca de ayuda, sino como diciendo: «Es la verdad. Ahora ya conoces la historia».
Me volví hacia la abuela. –Lo que usted más quiere es proteger a Iliana. Ella irguió la espalda, se le tensó la mandíbula. Asintió con la cabeza. –Y tiene miedo de que, si la deja ir a fiestas, pueda pasar cualquier cosa. Por un instante, bajó del todo la guardia, se le suavizó el rostro.
–Tengo que contarle algo –dijo, inclinándose un poco hacia delante. Tomó aliento de golpe–.
De niña –dijo la abuela– me violaron y luego otra vez, cuando era yo adolescente. Y –Señalando a su hija–. a mi hija, también la violaron.
Continuará...
"El cerebro despierto"
La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller tomada de su libro "El Cerebro Despierto".
SEGUNDO FRAGMENTO del CAPÍTULO 5 "Alguien cuida de mí".
Aunque Washington Heights era un barrio familiar, con un fuerte sentido de comunidad, la abuela de Ileana no la dejaba salir de casa más que para ir a la escuela.
Los demás niños salían por la noche y se juntaban en las escaleras de entrada a los edificios, pero su abuela le tenía prohibido estar con ellos. Como se sentía atrapada y bajo vigilancia constante, Iliana había optado por atrincherarse en su habitación.
Empujaba la cómoda hasta ponerla delante de la puerta para que su madre y su abuela no pudieran entrar a su habitación, y ellas al final se cansaban de ordenarle que saliera.
Me dijo que antes era alegre y tenía muchos amigos, pero que en los tres meses que habían pasado desde la muerte de su padre, Horacio, al que quería más que a nadie, se había convertido en otra persona.
En la escuela lloraba todo el día, y lloraba toda la noche sola en su habitación.
Su profesora se había dado cuenta del cambio repentino y le había aconsejado que fuera a ver a la orientadora escolar. Como la escuela estaba en la zona de servicio del hospital, la orientadora la había remitido a nuestra clínica (...)
Ileana empezó a venir a verme sin falta todos los martes, pero las semanas iban pasando y la puntuación en el cuestionario de depresión seguía siendo angustiosamente alta; aunque ligeramente inferior a la primera, nunca bajaba de 20.
Las dos terapias que utilizábamos principalmente en la clínica –la cognitivo-conductual y la interpersonal–, aunque daban muy buenos resultados con algunos pacientes, a Iliana no la estaban ayudando.
La terapia cognitivo-conductual (TCC), la técnica más alabada del momento y el método principal que se enseña en las mejores escuelas de posgrado, sostiene que la ansiedad y el sufrimiento provienen de los pensamientos basados en errores de juicio y de la relación que establecemos con ellos.
Todos tenemos habitualmente formas de pensar que nos ayudan a ordenar nuestro sentido de la realidad. Pero en los estados de depresión o de ansiedad, la percepción y el pensamiento se apartan de los cauces habituales, y con la TCC intentamos liberar a los pacientes de esos pensamientos e ideas distorsionados.
El trabajo del terapeuta consiste, por tanto, en escuchar atentamente al paciente para descubrir el patrón de sus pensamientos disfuncionales y en identificar el esquema concreto, o marco mental, que tiene de base; por ejemplo, «mi madre no me quiere: estoy en peligro» y en trabajar luego con el paciente para desmontar las creencias erróneas que le hacen sufrir.
Continuará...
"El cerebro despierto"
La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller tomada de su libro "El Cerebro Despierto".
PRIMER FRAGAMENTO del CAPÍTULO 5 "Alguien cuida de mí".
Cuando llevaba más o menos un año trabajando en el posdoctorado financiado por el Instituto Nacional de Salud Mental, pregunté si podía tratar a los pacientes ambulatorios de la Clínica de Ansiedad y Depresión Infantiles del Hospital Presbiteriano de la Universidad de Columbia.
Los números me habían dado una extraordinaria perspectiva del grado en que la espiritualidad contribuía a la resiliencia de los adolescentes, pero quería estudiar de cerca cómo podía la psicología clínica aplicar esos hallazgos para favorecer el crecimiento y el desarrollo de los jóvenes de carne y hueso(...)
Una parte de mi trabajo era tratar a aquellos niños y adolescentes que sufrían ansiedad o depresión, y otra investigar la dinámica de la resiliencia, buscar modelos de tratamiento que pudieran ayudar a los más vulnerables a abrirse camino pese a la dificultad de sus circunstancias.
Pronto, trabajando con pacientes como Iliana, una niña de trece años que sufría de depresión mayor, hice nuevos descubrimientos sobre la relación entre espiritualidad y estabilidad mental (...)
Cuando entramos en el despacho, Iliana tomó asiento en una silla de aspecto aséptico con brazos de madera lacada. Se la veía tan pequeña y tan rígida, con un brazo cruzado, apretado contra el estómago, y la mano agarrada con fuerza al otro codo. Tenía la espalda encorvada, el pecho hundido como para formar un escudo alrededor del corazón.
Ella habló primero, mirando al suelo; las palabras, rápidas y directas. «Mi padre murió –dijo–. Tenía una charcutería en la calle 194. Entraron dos tipos. Él los conocía, creía que eran amigos suyos. Le robaron y luego le pegaron un tiro».
Le caían las lágrimas mientras hablaba. Sus ojos, oscuros como dos túneles de dolor. En mi trabajo, había visto la depresión manifestarse de dos maneras: o la persona se volvía tan retraída y distante que casi desaparecía, o la depresión emergía en forma de ansiedad y tensión. Iliana estaba más inquieta que distante.
El cuerpo entero tenso y encogido, la tristeza la envolvía como una mortaja. Aun así, detecté una fuerza feroz en su interior.
Continuará...
"El cerebro despierto"
La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller tomada de su libro "El Cerebro Despierto"; (QUINTO fragmento capítulo IV: "Dos Caras de la Misma Moneda")
(Salud Mental y Espiritualidad en ADOLESCENTES)
El siguiente descubrimiento del Doctor Kendler fue extraordinario.
En la muestra de adolescentes representativa a escala nacional, aquellos que habían declarado una fuerte espiritualidad tenían entre un treinta y cinco y un setenta y cinco por ciento menos de probabilidades de sufrir depresión clínica.
También Kendler había encontrado una correlación entre espiritualidad y salud mental en los adultos, pero mi estudio mostraba que la espiritualidad tenía un efecto aún más protector –era casi el doble de protectora– en la adolescencia.
Ningún tratamiento clínico ni farmacológico se acercaba siquiera a estas tasas de prevención de la salud mental, ni en adultos ni en adolescentes.
Y no solo eso, sino que la protección era aún más notable justo en la etapa de la vida en que tenemos mayor riesgo de sufrir un primer episodio de depresión: el riesgo de depresión en esa etapa del desarrollo coexiste con la posibilidad de experimentar un despertar espiritual que nos protegerá contra ella.
En otras palabras, la espiritualidad tenía un beneficio máximo para los adolescentes en el momento justo en que aparecen típicamente los problemas de salud mental; o lo que es lo mismo, aquellos adolescentes que tenían mayor riesgo de sufrir un trastorno mental, debido a la etapa de desarrollo en que se encontraban, eran quienes más podían beneficiarse de la espiritualidad.
Vi que el proceso de individuación espiritual contribuía a la resiliencia también de otras maneras. Por ejemplo, los adolescentes que presentaban una fuerte espiritualidad tenían entre un cuarenta y un ochenta por ciento menos de probabilidades de desarrollar adicción a sustancias psicoactivas.
Eran efectos de una magnitud impresionante. Yo no conocía ningún otro modelo de prevención ni de tratamiento que tuviera resultados ni remotamente parecidos.
Me pregunté si esa correlación podría interpretarse también a la inversa: si el rápido aumento de las adicciones y la depresión en los adolescentes podía ser signo de conflicto espiritual.
Pensé en mi época de depresión durante el segundo año de carrera y en los estudiantes a los que conocí años después en el centro de salud universitario, que estaban intentando descubrir el sentido de la vida y qué camino tomar, y a los que se trataba a nivel puramente sintomático, haciendo caso omiso de su búsqueda espiritual.
Leamos con atención y hagámonos estas cinco preguntas en busca de respuestas:
1. ¿Y si los elevados índices de adicción y depresión que veíamos en los adolescentes se debían a que los jóvenes estaban luchando por formarse espiritualmente y no los estábamos apoyando?
2. ¿Era posible que la misma parte de nuestra configuración genética fuera la causante del riesgo de depresión y, a la vez, de la capacidad de ser espiritualmente conscientes?,
3. ¿depresión y espiritualidad, no serán realmente las dos caras de una misma moneda?,
4. ¿no será que tuvieran incluso una fisiología común?
5. ¿Y si la condición que «patologizamos» y diagnosticamos como depresión es en realidad, a veces, sed espiritual, una parte normal del desarrollo humano que tiene un origen genético y que no es saludable sofocar o negar o impedir o subestimar?
CONTINUARÁ...
"El cerebro despierto"
La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller tomada de su libro "El Cerebro Despierto"; (CUARTO fragmento capítulo IV: "Dos Caras de la Misma Moneda")
El doctor Kendler descubrió que la genética contribuye significativamente a la espiritualidad. Para ser exactos, la predisposición a tener una vida espiritual es hereditaria en un veintinueve por ciento.
Es decir que, al analizar la presencia variable de la espiritualidad en los seres humanos, vemos que el grado de espiritualidad de un individuo está determinado en un veintinueve por ciento por la herencia y en un setenta y uno por ciento por el entorno.
Esto significa que, principalmente –en unas dos terceras partes–, nuestra espiritualidad depende de cómo se nos educa, de la compañía que elegimos y de las actividades que realizamos.
Aun así, un grado significativo de la capacidad que tenemos para experimentar lo sagrado y trascendente –un tercio– está inscrito en nuestro código genético, es igual de innato que el color de nuestros ojos o que nuestras huellas dactilares.
Ningún científico clínico había publicado antes evidencias de que la espiritualidad fuera una capacidad innata, un atributo humano que podía tener componentes hereditarios, tanto como adquiridos.
Hasta entonces, a los ojos de la ciencia clínica la espiritualidad había sido sinónimo de religión, y se había entendido como una creencia, un conjunto de puntos de vista, una elección, un apoyo al que recurrir en momentos difíciles, no como un aspecto de la experiencia humana que tal vez formaba parte esencial de nuestro ser innato.
Esta era la primera vez que la comunidad científica publicaba una investigación que había estudiado la posibilidad de que existiera en el ser humano una capacidad genética para la experiencia espiritual.
El innovador estudio de Kendler planteaba la posibilidad de que, al igual que somos seres cognitivos, físicos y emocionales, seamos también seres espirituales.
En otras palabras, que es posible que estemos hechos para ser espirituales y que la espiritualidad sea una parte fundamental y necesaria de la herencia humana que contribuye a la salud mental.
Continuará...
"El cerebro despierto"
La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller; (TERCER fragmento capítulo IV: "Dos Caras de la Misma Moneda")
La siguiente serie de resultados del estudio era aún más reveladora. Kendler había encontrado tres correlaciones fundamentales, y hasta el momento inexploradas, entre espiritualidad y salud mental.
En primer lugar, vio que los niveles bajos de síntomas depresivos estaban relacionados con altos niveles de devoción. Es decir, si eres una persona altamente espiritual, tienes menos probabilidades de estar deprimida.
En segundo lugar, descubrió que la devoción personal puede servir de amortiguador y protegernos de los efectos psicológicos negativos derivados de circunstancias estresantes como una enfermedad, un divorcio o la pérdida de un ser querido...
La devoción –el sentimiento de relación personal con un poder superior– era el ingrediente activo que tenía ese efecto protector, acompañada o no de conservadurismo personal.
En tercer lugar, descubrió que la devoción disminuía el riesgo de alcoholismo y dependencia de la nicotina a lo largo de toda la vida. Las personas espirituales tienen menos probabilidades de ser adictas.
Pensé que, bueno, este conjunto de hallazgos mostraba una correlación entre la espiritualidad y la salud mental, no una relación de causalidad, pero en cualquier caso era un buen comienzo.
Y entonces, al seguir leyendo, llegué al descubrimiento más importante del estudio del doctor Kendler...
Continuará...
"El cerebro despierto"
La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller; (SEGUNDO fragmento capítulo IV: "Dos Caras de la Misma Moneda")
En este nuevo estudio, el doctor Kendler había examinado la base genética y la base ambiental de la espiritualidad.
Junto con sus colegas de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, había realizado evaluaciones personales de mil novecientas dos (1902) parejas de gemelas –algunas idénticas, otras fraternas– tomadas del Registro de Gemelos de Virginia, una base de datos de todos los gemelos nacidos en ese estado durante dos décadas.
A continuación, aplicó modelos estadísticos a los datos para determinar hasta qué punto la espiritualidad de las participantes estaba vinculada a factores genéticos o ambientales, y para ver si había algún dato que diera prueba de la influencia de la espiritualidad en su salud psicológica.
No tuve tiempo de terminar de leer el artículo en casa, así que me lo llevé al trabajo. Los resultados del estudio eran impactantes.
El doctor Kendler establecía una clara distinción entre «espiritualidad personal» y la mera adhesión a las reglas de una religión, a lo que llamaba «conservadurismo personal».
En su muestra, mayoritariamente judeocristiana, la espiritualidad personal se medía por ítems como la «frecuencia de búsqueda de consuelo espiritual» y la «frecuencia de oración privada», mientras que el conservadurismo personal se medía por ítems como la «creencia de que Dios premia y castiga» y la «creencia literal en la Biblia».
Kendler descubrió que la devoción y el conservadurismo personales son inseparables para algunas personas, pero no para la mayoría de las estudiadas.
El hecho de que alguien reverenciara un determinado texto religioso no significaba necesariamente que declarara sentir que tenía una relación personal con un poder superior, ni tampoco lo contrario, o que apelara o no a un poder o fuente superior para que lo guiara en momentos de dificultad.
En otras palabras, el test podía indicar que alguien tenía un nivel alto de devoción personal y un nivel alto o bajo de conservadurismo personal, y a la inversa.
La investigación de Kendler fue el primer gran estudio empírico en demostrar con claridad que las personas pueden ser espirituales profesen o no una religión, y que pueden profesar una religión y ser o no ser espirituales.
Continuará...
"El cerebro despierto"
La Nueva Ciencia de la Epiritualidad y Nuestra Búsqueda de Una Vida Iluminada
Agradecemos la VOZ de la Dra. Lisa Miller; (primer fragmento capítulo IV: "Dos Caras de la Misma Moneda")
La Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry –conocida por el color de su portada como «la revista naranja», la mejor revista científica sobre salud mental infantil– publicó el hallazgo de la transmisión intergeneracional de la espiritualidad, y el artículo me valió el Premio Templeton por su interés científico y espiritual.
Algunos de mis colegas me preguntaban: «Lo que estás investigando ¿es realmente psicología?».
La espiritualidad para ellos era al parecer un simple "artefacto cultural o institucional" (factor que perturba la correcta interpretación del resultado) no la entendían en absoluto como lo que yo estaba empezando a descubrir que era: "una forma de estar en el mundo".
Tomé un sorbo de café y, en ese instante, vi el título de un artículo, tan sorprendente que estuve a punto de escupir el café. «Religión, psicopatología y uso y abuso de sustancias psicoactivas: estudio multifactorial genético-epidemiológico».
El doctor Kenneth Kendler, uno de los líderes en epidemiología psiquiátrica en estudios de gemelos, describía su análisis sobre la relación entre la religión, la espiritualidad y diversos síntomas psiquiátricos.
Se trataba de una investigación reciente llevada a cabo por un reconocido laboratorio, y, aparte del artículo que yo había publicado unos meses antes, era la primera mención que había encontrado en la literatura científica de un estudio que examinara la intersección entre espiritualidad y salud mental.
Para determinar si un rasgo es innato o adquirido, o una mezcla de ambas cosas, los científicos buscan en los pares de gemelos patrones estadísticos de rasgos de la personalidad, de afecciones, o de diagnósticos de salud mental.
Por ejemplo, si uno de los gemelos sufre de depresión mayor, ¿cuál es la probabilidad de que el otro también esté deprimido?
Para eso, el investigador determina en qué medida se basan los patrones de similitud de rasgos en la similitud genética.
Por ejemplo, los gemelos idénticos comparten casi el cien por cien de su material genético, mientras que los gemelos fraternos, como cualquier otra pareja de hermanos, solo comparten el cincuenta por ciento.
También podemos averiguar el grado de similitud entre gemelos en función del entorno que comparten. Por ejemplo, hay gemelos que se separan al nacer y son adoptados o criados por familias diferentes; o los padres de algunos gemelos se divorcian, y uno de los progenitores cría a uno de ellos y el otro progenitor al otro y, además, el entorno cambia a medida que se van haciendo mayores.
Continuará...
Cómo afecta la espiritualidad a la salud mental (1/1)
Revisado médicamente por Carol DerSarkissian, MD el 12 de febrero de 2024
Agradecemos la VOZ de los colaboradores editoriales de WebMD
La idea de espiritualidad significa cosas diferentes para distintas personas.
La variedad de creencias y costumbres espirituales es tan variada como las personas que las practican. Una cosa que todas tienen en común es la variedad de efectos que pueden tener en nuestra salud mental.
La espiritualidad afecta nuestra salud mental de diversas maneras.
La espiritualidad es tu creencia o sentido de propósito y significado. Es lo que te da un sentido de valor o valía en tu vida. Contrariamente a lo que mucha gente podría pensar, la espiritualidad y la religión no son lo mismo. Pero están relacionadas. Puedes ser espiritual sin pertenecer a una religión específica. Las personas religiosas siguen una fe en particular y pueden estar conectadas con grupos o tradiciones específicos.
El impacto de la espiritualidad en la salud mental
La espiritualidad influye en muchas decisiones que toman las personas. Anima a las personas a tener mejores relaciones consigo mismas, con los demás y con lo desconocido. La espiritualidad puede ayudarle a lidiar con el estrés al brindarle una sensación de paz, propósito y perdón. A menudo se vuelve más importante en momentos de estrés emocional o enfermedad.
Efectos positivos de la espiritualidad.
Existen varias formas en las que la espiritualidad puede favorecer la salud mental:
- Podrás sentir un mayor sentido de propósito, paz, esperanza y significado.
- Puede experimentar una mayor confianza, autoestima y autocontrol.
- Puede ayudarle a darle sentido a sus experiencias en la vida.
- Cuando no te sientes bien, puede ayudarte a sentir fuerza interior y provocar una recuperación más rápida.
- Aquellos que pertenecen a una comunidad espiritual pueden tener más apoyo.
- Podrás trabajar para mejorar tus relaciones contigo mismo y con los demás.
Muchas personas con enfermedades mentales encuentran esperanza al hablar con un líder religioso o espiritual. Algunas enfermedades mentales pueden verse como momentos en los que las personas cuestionan su valor o propósito de una manera que las deja con una sensación de pesimismo. Puede ser extremadamente útil incluir la espiritualidad en el tratamiento de las dificultades de salud mental.
Impactos negativos de la espiritualidad.
Algunas personas pueden aprovecharse de personas emocionalmente vulnerables mientras pretenden apoyar su espiritualidad. Si eres vulnerable emocionalmente, es más fácil que te convenzan de participar en actividades no saludables.
¿Cómo beneficia la Espiritualidad a la Salud Mental?
Agradecemos la Voz de la autora: Lic. Valeria Sabater
Las formas en que beneficia la espiritualidad a la salud mental son tan valiosas como interesantes. En un mundo complejo, nutrido de desafíos, alegrías, miedos e instantes de adversidad, a veces necesitas mirar más allá de lo aparente. Buscas un mayor sentido a las cosas que te suceden y es ahí cuando, de pronto, cobran valor determinadas doctrinas, prácticas y perspectivas filosóficas.
Lo cierto es que la ciencia conoce cada vez más cómo esas visiones más íntimas sobre el ser humano y el universo favorecen a quienes las integran en su vida. Ser una persona espiritual permite desde regular mejor el estrés, hasta encontrar un mayor sentido a tu existencia. A continuación, te compartimos las claves para comprender su impacto positivo.
Así beneficia la espiritualidad a la salud mental
Durante un tiempo, la espiritualidad fue una esfera que no tenía cabida en los modelos psicológicos. La objetividad científica impedía dejarle espacio por considerarla poco válida. Sin embargo, tal y como destacan en el Journal of Religion and Health, a mediados del siglo XX Abraham Maslow consideró que esta dimensión formaba parte inherente de la propia experiencia humana.
Asimismo, figuras como los psiquiatras Carl Jung, Viktor Frankl y Boris Cyrulnik siempre enfatizaron el valor terapéutico de la práctica espiritual. Las personas que lidian con la experiencia de un trauma psicológico, pueden encontrar consuelo y alivio en este tipo de creencias. Hay, por tanto, beneficios probados en el bienestar de las personas. Te los describimos enseguida.
Sentido de propósito y significado, muy valioso en los trastornos depresivos
Cuando una persona se encuentra atrapada en el agujero negro de una depresión, sus significados vitales se derrumban. Esta condición clínica no cursa solo con tristeza, apatía, angustia y abatimiento. Se trata de un trastorno en que la mente pierde la desesperanza y deja de tener propósitos motivantes en el horizonte.
Ahora bien, una investigación publicada en Depression Research and Treatment destaca que las creencias y prácticas espirituales actúan como conductas de afrontamiento capaces de reducir los síntomas depresivos, en especial, si estos se relacionan con el estrés vital y esas circunstancias adversas que puedes encontrarte en algún momento.
Lo que te permite esta perspectiva es disponer de una mayor armonía, trascendencia y significados existenciales. Actúa como ese cabo al que amarrarte cuando estás a la deriva. Dicha ayuda, sumada a otras dimensiones clínicas, aporta beneficios positivos.
Mejor manejo de la ansiedad y el estrés
Los estados de estrés y ansiedad son esas experiencias en que las demandas superan a tus recursos internos. Te sientes abrumado y ves a tu alrededor un exceso de amenazas (reales o no) ante las cuales no sabes cómo reaccionar. Son situaciones muy comunes y también desgastantes en las que te limitas en exclusiva a sobrevivir, pero no a vivir en plenitud.
Una de las formas en que beneficia la espiritualidad a la salud mental tiene que ver con estas realidades psicológicas. Desde el Journal of Adult Development refieren que dicho factor, sumado a la atención plena y la resiliencia, funcionan como moderadores en los procesos de estrés. Te describimos las variables que median en este cambio terapéutico:
- Momentos de calma e introspección: las personas que integran estas creencias y costumbres en su cotidianidad se habitúan a tener siempre algún instante al día para conectar consigo. Dicho ejercicio interior de diálogo y reflexión resulta catártico y sanador.
- Meditación y oraciones: la espiritualidad incluye, a menudo, este tipo de prácticas que ejercen un cambio muy positivo a nivel cerebral. La revista Frontiers in Psychology señala en un artículo que el mindfulness, por ejemplo, reduce el estrés percibido y mejora, incluso, el compromiso laboral.
- Fomenta la aceptación: el estrés y la ansiedad hace que pongas la mirada en aquello que no puedes controlar. Te angustia la incertidumbre y tu mente no deja de dibujar futuribles catastróficos. Ser espiritual ayuda a aceptar todo aquello que no puedes dominar ni cambiar, para ver la realidad desde una perspectiva más relajada.
Si bien no todas las personas se identifican con alguna perspectiva espiritual, quien lo hace se siente más reconfortada en instantes de adversidad. Asimismo, también tiene mayores estrategias para prevenir la soledad, al disponer de comunidades y grupos de apoyo que comulgan con unas mismas creencias.
Relación entre la espiritualidad y la salud mental
La espiritualidad y la salud mental tienen una gran relación, así no lo hayas notado hasta ahora. Estamos en un mundo acelerado, estresante. Las personas buscan el bienestar mental en muchos sitios, incluso en la iglesia.
En este artículo quiero hablar de cómo la espiritualidad ayuda a la salud mental y cómo puedes lograrlo.
Las terapias y tratamientos tradicionales
En nuestro mundo acelerado y a menudo estresante, la búsqueda del bienestar mental se ha vuelto cada vez más importante. Si bien las terapias y tratamientos tradicionales desempeñan un papel vital, es necesario que explores la profunda conexión entre la espiritualidad y la salud mental.
Por eso quiero profundizar en la relación entre la espiritualidad y el bienestar psicológico, destacando el impacto de las prácticas espirituales en nuestro viaje hacia la salud mental.
Una comprensión de la espiritualidad y la salud mental
Para comprender la espiritualidad y la salud mental, te las explicaré separadas y juntas.
La espiritualidad es un aspecto profundamente personal y subjetivo de la existencia humana que va más allá de las creencias religiosas.
Abarca un sentido de conexión con algo más grande que uno mismo, una búsqueda de significado y propósito, y la exploración de valores y creencias internas.
La salud mental, por su parte, se refiere a nuestro bienestar emocional, psicológico y social.
Cuando unimos la espiritualidad y la salud mental, nos encaminamos a sacar todo su poder.
El poder de la espiritualidad en la promoción de la salud mental
Son muchas las bendiciones que encontramos en la espiritualidad, por ejemplo, puedes hallar significado y propósito.
La espiritualidad puede proporcionar un marco para comprender el propósito de la vida y los desafíos que enfrentas.
Te ayuda a encontrar significado en las experiencias, permitiéndote navegar situaciones difíciles con un sentido de propósito y esperanza.
Otro de los beneficios es la resiliencia, tema que por cierto abordaré más adelante. La espiritualidad ofrece una fuente de fortaleza y resiliencia en tiempos de adversidad.
Proporciona a las personas una sensación de comodidad, consuelo y orientación, lo que les permite hacer frente al estrés, el trauma y la pérdida de manera más efectiva.
La espiritualidad y la salud mental ayudan a que puedas cultivar tu bienestar emocional.
Se ha demostrado que las prácticas espirituales como la oración, la meditación y la atención plena influyen positivamente en el bienestar emocional.
Estas promueven la relajación, reducen la ansiedad y mejoran la autoconciencia, lo que lleva a mejores resultados de salud mental.
Si participas en comunidades espirituales, como congregaciones religiosas o grupos de apoyo o de Apostolado, puedes fomentar un sentido de pertenencia y apoyo social.
Estas comunidades brindan oportunidades para la conexión, la empatía y el cuidado mutuo, todo lo cual contribuye a mejorar el bienestar mental.
La espiritualidad y la salud mental juntas, te ayudan a conectar contigo, con Dios y con la paz que estás buscando hace tiempo.
De acuerdo con este estudio, habla del impacto positivo que tiene la religión en la salud mental.
Equipo Editorial del DrDuany.org
"Espiritualidad y salud mental". (4)
Autores: Francisco José Moya-Faz; Universidad Católica San Antonio de Murcia
Klaus Baumann; University of Freiburg
3. Salud y enfermedad frente a normalidad y patología.
Es bastante común utilizar como sinónimos los conceptos salud y normalidad y enfermedad y patología, aunque en realidad no lo son, de hecho, conviene diferenciarlos claramente.
La salud y la enfermedad provienen del contexto cultural, es decir, no son conceptos relacionados con las ciencias de la salud, sino que intentan dar una explicación causal a la enfermedad según la conceptualización que la cultura ha hecho.
Fue a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando Chisholm, primer director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se refirió a que el sufrimiento de la humanidad no podía reducirse al hecho de no poder vivir en paz consigo misma como una familia humana; llamó la atención sobre el estudio de los problemas psicológicos que podrían obstaculizar el bienestar físico y mental.
Ante tal preocupación y significado, en 1946 los expertos de la OMS identificaron la Salud Mental con Salud, ofreciendo una definición entonces universalmente aceptada y que entendía la "salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social y no meramente como la ausencia de enfermedad o inferioridad". (OMS, 1946).
Condicionantes de salud mental.
La salud mental está determinada por tres dimensiones centrales.
En primer lugar, está la neurobiología con lo comentado anteriormente en relación al problema mente-cerebro.
En segundo lugar, está la personalidad en cuanto forma de ser del individuo y las variables que contribuyen a su formación. De esta manera, uno puede promover o no una buena salud mental. Dentro de la personalidad destacan el estilo cognitivo, la asertividad, el optimismo, la extraversión, la confianza, la decisión, la perseverancia, la paciencia o la flexibilidad como características que influirán en un perfil de salud mental saludable.
Por último, el entorno familiar, social, laboral y cultural también puede comprometer la salud mental en forma de individualismo y sensación de estar dominado por el entorno en lugar de mantener el control de uno mismo, todo lo cual puede generar estrés y sensación de impotencia, adicciones, disminución de la autorregulación afectiva, limitaciones e ineficacia del afrontamiento, etc.
3.1. Proyecto de vida y salud mental.
Von Siebeck (1957) estableció el concepto de salud como un "por qué" o "para qué", ya que el propósito de la vida no es "estar sano, sino "estar sano para vivir" y poder llevar a cabo nuestra vida con valores que den sentido a nuestras vidas y que merezcan la pena desarrollar y trabajar (Frankl, 1957).
A veces la realización de la vida se ve obstaculizada o impedida por la patología, por lo que la enfermedad no es lo patológico sino la limitación o fracaso de la vida a causa de la patología.
Es en la esfera mental donde pueden surgir dificultades en el desarrollo de la personalidad, generando inseguridad e inmadurez.
También puede haber un déficit en la adquisición de valores, déficit que podría perjudicar y complicar lo que, de otro modo, sería un orden saludable de vida.
En esta perspectiva, hay que decir que la persona está abierta al futuro, apertura que va desde la búsqueda de ciertos reconocimientos hasta el legado personal que dejamos en nuestras acciones o a través de nuestros hijos.
Esta situación también se refleja en el dolor que se produce al no dejar ningún rastro de la historia propia en el entorno después de la muerte.
Esta apertura al futuro requiere, como ya se ha dicho, una motivación, un por qué, un para qué, un propósito.
El futuro demanda del pasado la causa del camino recorrido y del que queda por recorrer, que no es otra que el motivo (o propósito) de nuestra vida.
Así, el por qué como causa y motivo para vivir configura el presente desarrollando un proyecto existencial.
Este proyecto no solo aporta una meta sino también un sentido al ser personal, orquestando la dimensión biológica, psicológica, social y espiritual en la búsqueda permanente de la plenitud de la vida, siempre en virtud de la libertad humana en medio de todas las presiones y circunstancias ambientales. Por eso, no siempre se consigue.
La elaboración del proyecto surge a partir de los valores incorporados, motivos generados y experiencias acumuladas que condicionan una forma particular de visión del mundo (personal y social), cosmovisión y modo de vida siempre con un impacto de la interacción con el entorno (pluralista y secular, entre otras cosas) (cf. Cap. III.1).
El éxito de este proyecto vital está en relación con el equilibrio psicológico y la buena integración social. No son garantía de salud mental, pero no alcanzarlas puede ser un factor de riesgo para la salud mental.
La conformidad con el entorno y el abandono de las condiciones de vida conducen al vacío y a la pérdida del sentido de la vida.
Sin un proyecto vital, la persona puede adoptar un activismo exagerado o estar condenada a la nada; ambas situaciones ponen en riesgo su salud mental, albergando ansiedad, e incluso desesperanza y depresión (Cabanyes y Monge, 2010)
(CONTINARÁ)
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"Espiritualidad y salud mental". (3)
Autores: Francisco José Moya-Faz; Universidad Católica San Antonio de Murcia
Klaus Baumann; University of Freiburg
2. Espíritu y libertad.
Hasta el momento sólo se han considerado dos aspectos de la realidad de la persona, el somático y biológico, por un lado, y el emocional y mental, por otro, deduciendo que la actividad psíquica y mental surge del funcionamiento cerebral.
Cuando estudiamos determinadas patologías, surgen preguntas sobre cómo explicar y comprender determinados aspectos de la actividad cerebral.
Estos aspectos hablan más de alguien que de algo; hablan de la persona que experimentó la vivencia.
La realidad humana no puede entenderse plenamente por lo biológico y cerebral ni por lo emocional y corporal, es decir, por el modelo psicosomático o biopsicosocial.
En palabras de Víctor Frankl (1945): "La unidad psíquico-corporal no constituye todavía la totalidad del ser humano. Hay que añadir un tercer elemento primordial a la totalidad del hombre: a él pertenece en esencia lo Espiritual ".
Debe reconocerse la dimensión espiritual al abordar el estudio de la psicología y la psicopatología humana.
Si reducimos el estudio de la persona a un paradigma científicamente biologista, olvidaremos la dimensión espiritual.
La mente por ser natural (psicosomática) puede explicarse (hasta cierto punto), pero la persona que trasciende su naturaleza debe entenderse (Barcia, 1979).
Cuando se trata a la persona desde el paradigma puramente científico, ésta se deprecia y se ignora la realidad del ser humano puesto que, en palabras de G. Marañón: "Si el hombre es persona, su manera de enfermar es personal" (Laín,1962, p.74).
Así pues, en el estudio de la persona, deben considerarse los problemas del cuerpo, los problemas del alma y los del libre albedrío, así como el entorno social, teniendo en cuenta la realidad psicofísica donde anida el Espíritu y donde la persona está llamada a la realización de valores y de la trascendencia con toda su realidad.
3. Salud y enfermedad frente a normalidad y patología.
Es bastante común utilizar como sinónimos los conceptos salud y normalidad y enfermedad y patología, aunque en realidad no lo son, de hecho, conviene diferenciarlos claramente.
La salud y la enfermedad provienen del contexto cultural, es decir, no son conceptos relacionados con las ciencias de la salud, sino que intentan dar una explicación causal a la enfermedad según la conceptualización que la cultura ha hecho.
Fue a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando Chisholm, primer director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se refirió a que el sufrimiento de la humanidad no podía reducirse al hecho de no poder vivir en paz consigo misma como una familia humana; llamó la atención sobre el estudio de los problemas psicológicos que podrían obstaculizar el bienestar físico y mental.
Ante tal preocupación y significado, en 1946 los expertos de la OMS identificaron la Salud Mental con Salud, ofreciendo una definición entonces universalmente aceptada y que entendía la salud como "el estado de completo bienestar físico, mental y social y no meramente como la ausencia de enfermedad o inferioridad (OMS, 1946).
(CONTINARÁ)
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"Espiritualidad y salud mental". (2)
Autores: Francisco José Moya-Faz; Universidad Católica San Antonio de Murcia
Klaus Baumann; University of Freiburg
Qué puedes aprender con este artículo.
Conocimientos.
Podrás entender a la persona como un ser físico y espiritual.
Comprenderás la importancia de la experiencia personal de la enfermedad mental.
Advertirás la importancia del proyecto de vida en la salud de la persona.
Remarcarás la importancia del sentido de la vida en la salud de la persona.
Conocerás el efecto del vacío existencial y la desesperanza como factores de
riesgo en el desarrollo de enfermedades mentales.
Delimitarás los problemas legales que acompañan a las enfermedades mentales.
Comprenderás la importancia de la formación en espiritualidad para trabajar con personas que padecen enfermedades mentales.
1. Problema alma cuerpo o mente cerebro.
Con las múltiples aportaciones de las neurociencias en las últimas décadas, ha resurgido el viejo paradigma de la relación entre el alma y el cuerpo o (por qué no) la relación entre la mente y el cerebro.
Se sabe que aparecen alteraciones en la mente tras una lesión cerebral, del mismo modo que un deterioro de determinadas funciones cerebrales superiores, como la memoria y el pensamiento, provocan síndromes de demencia que conducen a un deterioro progresivo del funcionamiento cognitivo y frecuentemente emocional de la persona afectada.
Por otro lado, lesiones mejor definidas, por ejemplo, en el Circuito de Papez, suelen provocar amnesia y desorientación en los lóbulos frontal y temporal, o alteraciones en el lenguaje como las afasias. Además, un deterioro de las funciones superiores a nivel subcortical puede alterar el estado de ánimo a nivel afectivo, incluida la agresividad en el área de la amígdala del sistema límbico, relacionada centralmente con las emociones.
Basándose en hallazgos (hormonales) neurológicos y endocrinológicos, la psicofarmacología aprovecha el modo en que puede variar nuestra experiencia con la ingesta de ciertas sustancias psicoactivas que afectan nuestras funciones mentales.
Los afectos pueden modificarse con antidepresivos, la ansiedad con psicodislépticos y tranquilizantes, y el sistema sensorial-perceptivo, así como la propia conciencia, se ven afectados por la ingesta de sustancias alucinógenas.
Partiendo de estas premisas, podemos decir, por un lado, que la vida mental está condicionada por la actividad cerebral y, por otro, que ciertos procesos psicológicos están relacionados con ciertas estructuras cerebrales, es decir, las funciones mentales están localizadas y son procesadas de alguna manera en el cerebro.
(CONTINARÁ)
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"Espiritualidad y salud mental". (1)
Autores: Francisco José Moya-Faz; Universidad Católica San Antonio de Murcia
Klaus Baumann; University of Freiburg
Introducción.
La psicología es una ciencia básica cuyo objeto de estudio es el comportamiento humano y la conducta a nivel motora (lo que una persona es capaz de hacer), a nivel emocional (lo que siente una persona) y a nivel cognitivo (lo que piensa una persona) además de otros atributos o constructos humanos complejos como la conciencia, la experiencia, la personalidad, la inteligencia o la mente.
También es objeto de la psicología comprender o explicar en qué se asemeja la actividad mental y en qué se diferencia entre individuos, generando diferencias individuales en función de su edad, sexo u otras condiciones biológicas o sociales (Fernández-Ballesteros, 2002), que afectan especialmente a las relaciones con uno mismo y los demás y el mundo.
Hablar de la dimensión psíquica o mental de la persona es considerar aspectos neurológicos, afectivos, cognitivos, ejecutivos o metacognitivos (que incluyen el tipo o la calidad de las relaciones sociales o del funcionamiento social).
En cuanto a los aspectos afectivos, están constituidos por el estado de ánimo, los impulsos y las emociones que pueden dar lugar a elaboraciones más complejas como la autoestima o la empatía.
También se tienen en cuenta aspectos cognitivos, desde los más básicos, como la atención, la sensación y la memoria, hasta los más elaborados y superiores, como el lenguaje, que hacen posible la gestión de la información, y que dan lugar a elaboraciones más complejas como la percepción que uno tiene de sí mismo o las auto-atribuciones.
A nivel metacognitivo, están los aspectos que trascienden por completo a todos los anteriores, ubicándose en la esfera espiritual, como el pensamiento o la capacidad de amar.
Pensar y amar introducen implícitamente la libertad y son las características que diferencian al ser humano de otros animales, que también tienen funciones psíquicas.
En este nivel, la espiritualidad en relación con la calidad de vida y como protectora de la salud física y mental actúa como recurso psicosocial en el bienestar emocional y promueve aspectos como la resiliencia, el afrontamiento positivo o el apoyo social, ofreciendo pautas, guías o estrategias para afrontar el sufrimiento de la enfermedad mental sin alteración de la conciencia (González-Celis y Gómez-Benito, 2013).
Se podría decir que -la Espiritualidad- es una experiencia trascendente única, específica y personal. Puede identificarse con la búsqueda personal y propósito de la vida (Frankl, 1945). De ahí su vinculación con procesos como el afrontamiento o la resiliencia en el contexto de situaciones estresantes o problemáticas y su eficacia confirmada en enfermedades mentales como la depresión, el suicidio, la ansiedad, la psicosis y la drogadicción (Koenig, 2009; Ronneberg et al., 2016), así como en enfermedades de carácter físico (Cohen y Koenig, 2003; Rivera-Hernandez, 2016).
La espiritualidad, como las religiones en general, también puede verse afectada por trastornos mentales y contribuir igualmente a los síntomas y al curso de la enfermedad de manera negativa (Griffith, 2010).
Esta realidad ha sido uno de los factores y desafíos, además de los ideológicos, tanto en la práctica clínica como en el desarrollo de psicoterapias, por ejemplo, en el contexto del trastorno obsesivo compulsivo (Baumann, 2007), que marginaban el estudio y el reconocimiento de las necesidades, prácticas y recursos religiosos y espirituales de los pacientes con problemas de salud mental (Baumann, 2012).
Temas que se desarrollarán a lo largo de este capítulo.
Problema alma-cuerpo o mente-cerebro. Espíritu y libertad; salud y enfermedad frente a normalidad y patología (Condicionantes de salud mental y proyecto de vida y salud mental); salud mental (culpa, dolor y depresión; angustia y ansiedad; sentido de la vida, vacío existencial y desesperanza y una digresión: Suicidio, acto/hecho humano y enigmático); problemas legales que puedan surgir en el curso de la enfermedad; espiritualidad y trabajo con personas con problemas de salud mental; necesidad de formación especializada.
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¿Cómo beneficia la Espiritualidad a la Salud Mental? (3/3)
Autora: Lic. Valeria Sabater
Redes de apoyo.
Si te preguntas cómo beneficia la espiritualidad a la salud mental hay un aspecto que vale la pena resaltar. Estas prácticas y enfoques crean comunidades que proporcionan un valioso apoyo social. Si bien espiritualidad y religión no son lo mismo, ambas esferas intervienen en nuestra sociedad como referentes inestimables de ayuda a las personas.
Confieren un sentido de pertenencia a muchos hombres y mujeres, brindan recursos, consuelo, compañía y esa conexión cotidiana que alivia la soledad y que tanto impacta en el bienestar psicológico.
Bienestar, fortaleza emocional y resiliencia.
En nuestra cultura existen diferentes prácticas y modelos de espiritualidad. No obstante, cada una de sus filosofías convergen en marcos de creencias inspiradoras y en valores muy sólidos que aportan iluminación, propósitos y significados. Tales pilares dan una sensación de paz interior durante los tiempos difíciles.
Ser espiritual ofrece herramientas válidas para potenciar tu resiliencia y entender, además, que la adversidad forma parte de la vida.
Te aporta significados en los que amarrarte y también esa conexión con la naturaleza, con otras entidades y algo más grande que tú mismo.
Así, un aspecto que enfatizan en la revista Frontiers in Psychology es que la espiritualidad confiere un bienestar psicológico significativo a quienes la practican. Es evidente que no toda la población se identifica con estas dimensiones, pero los que enfocan su vida a dichos prismas hallan una adecuada fuerza emocional para encarar las dificultades.
La espiritualidad en la terapia psicológica.
Una de las figuras que mejor combinó la psicología con la espiritualidad fue Carl Jung.
Este librepensador estudió en profundidad tanto el cristianismo, como el hinduismo, el taoísmo y otras tradiciones que, para él, constituían una parte esencial de la vida psíquica del ser humano. Negarla era perder una herramienta muy útil con la que favorecer la salud y el bienestar.
En la actualidad, hay varias terapias psicológicas que dejan un espacio significativo a la espiritualidad. Le dan valor porque, como Jung, entienden que una parte destacable de las personas procesan la realidad a través de dicha mirada y es esencial, por tanto, darle la importancia que merece. Estos son los modelos que la integran:
- Psicoterapia centrada en el sentido: se trata de un modelo desarrollado por William Beibart, con base en los postulados de Viktor Frankl. Su propósito es ayudar a la persona a recuperar las riendas de su vida a través de nuevos sentidos vitales.
- Terapia de aceptación y compromiso (TAC): combina técnicas cognitivas y conductuales con la espiritualidad orientada hacia los valores personales. Gracias a este enfoque, los pacientes pueden aceptar las dificultades vitales para clarificar nuevas perspectivas y metas.
- Psicoterapia existencial: este tipo de terapia guía al paciente para que encuentre un nuevo sentido y propósito a la vida. Explora preguntas fundamentales sobre la existencia humana y puede incluir, por tanto, aspectos relativos a la espiritualidad, la trascendencia o la mortalidad
Ser espiritual, un ejercicio de salud y bienestar.
Las formas en que beneficia la espiritualidad a la salud mental son, como viste, muy amplias. En caso de que no comulgues con estas vertientes, siempre puedes beneficiarte de algunas de las estrategias que forman parte de estos enfoques. Ayudan la meditación, la introspección, la gratitud o buscar significados más profundos a tu realidad.
La conexión con la naturaleza, ahondar en la filosofía, observar las estrellas o conocer gente nueva con perspectivas más amplias acercan de pronto hacia esa esfera.
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Autora: Lic. Valeria Sabater
Mejor manejo de la ansiedad y el estrés.
Los estados de estrés y ansiedad son esas experiencias en que las demandas superan a tus recursos internos. Te sientes abrumado y ves a tu alrededor un exceso de amenazas (reales o no) ante las cuales no sabes cómo reaccionar. Son situaciones muy comunes y también desgastantes en las que te limitas en exclusiva a sobrevivir, pero no a vivir en plenitud.
Una de las formas en que beneficia la espiritualidad a la salud mental tiene que ver con estas realidades psicológicas. Desde el Journal of Adult Development refieren que dicho factor, sumado a la atención plena y la resiliencia, funcionan como moderadores en los procesos de estrés. Te describimos las variables que median en este cambio terapéutico:
- Momentos de calma e introspección: las personas que integran estas creencias y costumbres en su cotidianidad se habitúan a tener siempre algún instante al día para conectar consigo. Dicho ejercicio interior de diálogo y reflexión resulta catártico y sanador.
- Meditación y oraciones: la espiritualidad incluye, a menudo, este tipo de prácticas que ejercen un cambio muy positivo a nivel cerebral. La revista Frontiers in Psychology señala en un artículo que el mindfulness, por ejemplo, reduce el estrés percibido y mejora, incluso, el compromiso laboral.
- Fomenta la aceptación: el estrés y la ansiedad hace que pongas la mirada en aquello que no puedes controlar. Te angustia la incertidumbre y tu mente no deja de dibujar futuribles catastróficos. Ser espiritual ayuda a aceptar todo aquello que no puedes dominar ni cambiar, para ver la realidad desde una perspectiva más relajada.
Si bien no todas las personas se identifican con alguna perspectiva espiritual, quien lo hace se siente más reconfortada en instantes de adversidad. Asimismo, también tiene mayores estrategias para prevenir la soledad, al disponer de comunidades y grupos de apoyo que comulgan con unas mismas creencias.
Una ayuda en instantes de crisis vitales.
¿Quién no ha pasado por una etapa en que una ruptura de pareja o la pérdida de un trabajo hizo que todo su mundo se derrumbara? Es más, seguro que habrás lidiado con esos momentos en que la existencia pierde sentido ante tus ojos. Te preguntas qué propósito tiene el mundo y hasta tú mismo.
Hay distintos tipos de espiritualidad, pero todas ellas convergen en una idea: aportan respuestas, significados y una visión sobre lo que te envuelve. Esto te ayuda de las siguientes maneras:
- Conectas mejor contigo y las personas.
- Encuentras nuevas respuestas a tus preguntas.
- La espiritualidad favorece el autodescubrimiento.
- Hallas la felicidad más allá de las cosas materiales.
- Sientes mayor empatía y compasión por el ser humano.
- Los miedos se reducen y desarrollas nuevas fortalezas.
- Te permite ver la vida desde perspectivas más amplias.
- Entiendes la necesidad de hacer de este mundo un lugar mejor.
- Tu mirada se vuelve más humilde y la focalizas en el aquí y ahora.
- La espiritualidad despierta en ti el sentimiento de asombro y curiosidad.
(CONTINUARÁ)
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¿Cómo beneficia la Espiritualidad a la Salud Mental? (1/3)
Autora: Lic. Valeria Sabater
La espiritualidad puede ofrecer al ser humano un mayor sentido, trascendencia y propósito. ¿Te has preguntado si este enfoque es un aliado para la salud mental?
Las formas en que beneficia la espiritualidad a la salud mental son tan valiosas como interesantes. En un mundo complejo, nutrido de desafíos, alegrías, miedos e instantes de adversidad, a veces necesitas mirar más allá de lo aparente. Buscas un mayor sentido a las cosas que te suceden y es ahí cuando, de pronto, cobran valor determinadas doctrinas, prácticas y perspectivas filosóficas.
Lo cierto es que la ciencia conoce cada vez más cómo esas visiones más íntimas sobre el ser humano y el universo favorecen a quienes las integran en su vida. Ser una persona espiritual permite desde regular mejor el estrés, hasta encontrar un mayor sentido a tu existencia. A continuación, te compartimos las claves para comprender su impacto positivo.
Así beneficia la espiritualidad a la salud mental.
Durante un tiempo, la espiritualidad fue una esfera que no tenía cabida en los modelos psicológicos. La objetividad científica impedía dejarle espacio por considerarla poco válida. Sin embargo, tal y como destacan en el Journal of Religion and Health, a mediados del siglo XX Abraham Maslow consideró que esta dimensión formaba parte inherente de la propia experiencia humana.
Asimismo, figuras como los psiquiatras Carl Jung, Viktor Frankl y Boris Cyrulnik siempre enfatizaron el valor terapéutico de la práctica espiritual. Las personas que lidian con la experiencia de un trauma psicológico, pueden encontrar consuelo y alivio en este tipo de creencias. Hay, por tanto, beneficios probados en el bienestar de las personas. Te los describimos enseguida.
Sentido de propósito y significado, muy valioso en los trastornos depresivos.
Cuando una persona se encuentra atrapada en el agujero negro de una depresión, sus significados vitales se derrumban. Esta condición clínica no cursa solo con tristeza, apatía, angustia y abatimiento. Se trata de un trastorno en que la mente pierde la desesperanza y deja de tener propósitos motivantes en el horizonte.
Ahora bien, una investigación publicada en Depression Research and Treatment destaca que las creencias y prácticas espirituales actúan como conductas de afrontamiento capaces de reducir los síntomas depresivos, en especial, si estos se relacionan con el estrés vital y esas circunstancias adversas que puedes encontrarte en algún momento.
Lo que te permite esta perspectiva es disponer de una mayor armonía, trascendencia y significados existenciales. Actúa como ese cabo al que amarrarte cuando estás a la deriva. Dicha ayuda, sumada a otras dimensiones clínicas, aporta beneficios positivos.
(CONTINUARÁ)
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"La espiritualidad como herramienta para cuidar la salud mental".
Escrito por Rosa Milagros Isla Castillo Revista Ideele N°301.Diciembre 2021
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Los psicólogos Martin Seligman y Christopher Paterson (2004) consideran que la espiritualidad es el resultado interno que se constituye por diversas experiencias individuales y el significado que se les da a éstas. Es aquella experiencia que revela nuestra verdadera esencia y permite dar sentido a la vida, sin embargo, llegar a este punto de satisfacción puede ser complejo. Necesitamos movilizarnos a través de la incertidumbre y la angustia como señales de la experiencia.
Al acercarnos a la experiencia interna, las emociones se activan y se relaciona con hechos que hemos vivido o sufrido, al no saber qué sucede aparece la angustia y, probablemente, trataremos de evitar esa sensación o emoción desagradable. Asu vez, nos sentimos inseguros y limitados a lo que pueda suceder.
Esto puede comprenderse como una experiencia renovadora de nuestro Yo. Este Yo ayuda a tomar conciencia de nuestras sensaciones, sentimientos, pensamientos y acciones. A través del Yo construimos significados que permiten fortalecer nuestra identidad, seguridad y felicidad, con la finalidad de lograr una trascendencia para el bien propio y del otro.
Si la espiritualidad la asumimos como una renovación de nuestro Yo podemos confrontar nuestros miedos y hasta la desesperanza, para integrar nuestros aspectos biopsicosociales. Si bien es una experiencia individual que nos podría llenar de bienestar emocional, este impacto se puede trasmitir a los demás, a través de relaciones interpersonales saludables.
Con la práctica de la espiritualidad podemos encontrar esperanza; entendida como una motivación y emoción que impulsa a buscar posibilidades en nuestro futuro y procurar un valor positivo en nuestras decisiones. Es mirar hacia adentro y buscar nuestra verdadera esencia, lo logramos con ayuda de nuestra capacidad de autoconocimiento para intentar responder el quién soy, enfrentar a nuestro yo real y darle un sentido a la vida.
Entonces ¿Será la espiritualidad una experiencia para encontrar nuestro sentido de vida y cultivar adecuadamente nuestra salud mental? La espiritualidad parece que genera una visión diferente de la vida, es encontrarse con algo verdadero de sí mismo. En la actualidad parece utópico encontrar un significado verdadero de nuestro yo, vivimos en la constante prisa, es una necesidad de ganarle al tiempo y es imposible hacer una pausa para centrarnos en nosotros mismos. A menos que sucedan situaciones inesperadas como la pandemia que nos obliga a buscar nuevas alternativas para volver adaptarnos a las exigencias del entorno y llenar los vacíos que podría provocar esta angustia.
La espiritualidad nos podría alejar del vacío existencial, para darle una forma o sentido aquel sufrimiento presente, para esto Molla (2002) propone que el ser humano debe enfocarse en su bienestar físico, psicológico y espiritual. El primero, se centra en reconocer las sensaciones corporales, el cuerpo es tomado como un vehículo que conecta nuestra subjetividad con lo físico. El segundo, se basa en la conciencia de sí mismo, el descubrimiento de lo que verdaderamente somos, lo que sentimos y pensamos. Y, el tercero, el encuentro y aceptación del ser, expresado a través de nuestras actitudes, formas de afrontamiento y valores. Todo ello nos llevaría a satisfacer nuestras necesidades afectivas y alcanzar la autorrealización, entendida como el desarrollo personal y la felicidad.
La práctica de la espiritualidad como un estilo de vida podría favorecer en el replanteamiento de los intereses personales, mejorando las condiciones de vida de toda persona. Es un ejercicio que promueve el desarrollo de una actitud y emociones positivas. Nos ayuda en el reconocimiento de nuestro ser, redirecciona nuestro yo en medio de la angustia, del sufrimiento o de la tristeza. Facilita la revaluación de decisiones y metas. Se trata de mirar el pasado y conectarlo saludablemente con el presente. Víctor Frankl expresaba que hasta el sufrimiento tiene un propósito y que es la propia persona quien le da el significado y utilidad.
Cultivar la espiritualidad favorece la salud mental, es una herramienta valiosa para promover espacios de autocuidado en las escuelas, universidades, institutos y en otros sectores. Podemos empezar por buscar espacios individuales o grupales de autoconocimiento. La práctica de la meditación o conciencia plena también nos invita al encuentro del Yo. Compartir un espacio de reflexión con nuestros pares facilita la identificación y validación de nuestras emociones. Todo ello desarrolla la autonomía, la agencia y los recursos personales.
"La espiritualidad como herramienta para cuidar la salud mental".
Escrito por Rosa Milagros Isla Castillo Revista Ideele N°301.Diciembre 2021
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Según la Organización Mundial de la Salud, la Salud Mental es el estado de bienestar que se centra en la consciencia de las propias cualidades y los recursos personales para afrontar los factores estresantes de la vida cotidiana. También es el equilibrio afectivo entre lo personal y lo social durante las diferentes etapas de la vida del ser humano.
La salud mental es dinámica y se encuentra influenciada por diversos factores biológicos y físicos, también por determinantes sociales como la pobreza, la política, la violencia y las brechas educativas, entre otros. Esto genera experiencias que impactan en nuestra subjetividad, originando así, como se percibe el mundo interno y externo. A partir de ello elaboramos nuestras ideas, emociones y conducta, las cuales son esenciales para configurar nuestro bienestar integral. Gracias a ello podemos conocer y hacer los esfuerzos cognitivos y conductuales frente a las adversidades y tener vínculos sanos con los demás.
A lo largo de nuestra vida tenemos diversas experiencias que pueden impactar en nuestra salud mental, por ejemplo, situaciones inesperadas como la pandemia. Actualmente, datos en nuestro país como los señalados por el Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado – Hideyo Noguchi, nos alertan sobre la actual problemática emocional. La prevalencia de padecer algún trastorno mental a nivel nacional es de 33.7%. Es decir 1 de cada 3 personas podría padecer alguna dificultad que altere su salud mental. Por ejemplo, los casos que ha registrado el Ministerio de Salud en los primeros cuatro meses del año presente; 156 mil casos de ansiedad, 77 mil casos de depresión y 60 mil casos de violencia, entre otros.
Específicamente, en el espacio universitario peruano, el 38% de los estudiantes padecen de algún malestar emocional que impacta en su salud mental, principalmente con síntomas de ansiedad y depresión (Ministerio de Salud, 2020). Estos datos nos permiten reflexionar sobre las diversas circunstancias que vivimos a lo largo de nuestra vida. Es importante que cada sujeto desarrolle su capacidad de adaptación para hallar un equilibrio entre su afectividad y los factores del entorno.
Una adecuada salud mental permite el control y manejo del estrés, encontrar soluciones a las dificultades y mejorar nuestras relaciones interpersonales. Nos estimula a disfrutar de todas las cosas que realizamos y genera sensaciones y emociones agradables. Para lograr este bienestar necesitamos reconocer nuestras debilidades y fortalezas, además desarrollar autonomía y autocuidado, pero ¿cómo logramos una adecuada salud mental?
Alguna vez hemos escuchado sobre la espiritualidad y, probablemente, la asociamos con creencias religiosas con la motivación de encontrar respuestas y alguna satisfacción personal. Parece que despierta nuestra curiosidad por encontrar algo trascendente. Nos inquieta y motiva a buscar un sentido y un significado de vida. Es una experiencia individual y dinámica, puede cambiar según nuestro ciclo vital y situaciones que experimentamos, de ahí que existan, diversas concepciones.
Para Harold Koenig (2001) médico psiquiatra, la espiritualidad es una búsqueda personal para comprender, entender y darle un significado a nuestra vida que puede relacionarse con Dios o con la necesidad de trascender.
"La Espiritualidad y su contribución a la Salud Mental".
SEBSTIÁN SALICRU, PSICÓLOGO (psychologytoday.com)
INTRODUCCIÓN GENERAL
La Espiritualidad se ha convertido en un tema de mucho interés en los últimos tiempos en la comunidad científica. Esto incluye la convergencia de avances relacionados con el papel de la espiritualidad en los grupos de autoayuda, la psicología de la Salud Mental, la psiquiatría y la investigación de la conciencia.
Neurociencia, conciencia y espiritualidad (3/3)
Dado el progreso y las convergencias esbozadas hasta ahora, no es para nada sorprendente que la neurociencia y los beneficios clínicos de las prácticas espirituales se han convertido en los principales impulsores de la investigación científica reciente.
La investigación de la conciencia contemporánea proporciona evidencia emergente de prueba de concepto de la espiritualidad al afirmar que: (1) la mente está separada del cerebro; (2) el espíritu y el alma son comparables a la energía y la información que existen en el vacío del espacio; (3) los individuos pueden recibir información intuitiva que es precisa y útil en sus vidas individuales y colectivas; y (4) la salud física y psicológica puede fomentarse mediante procesos espirituales amorosos activos.
La sabiduría de Carl Jung
Hace casi un siglo, Carl Jung notó que muchas personas en su época estaban afligidas por sentimientos debilitantes de insignificancia, insuficiencia y desesperanza. En sus Obras Completas, Jung concluyó que tales sentimientos eran causados por lo que llamó el "El problema espiritual del hombre moderno".
Prácticas Espirituales - ¿Por dónde empezar?
Desde una perspectiva personal y de capacidad profesional, me atrevo a decir (sin exagerar) que las prácticas espirituales podrían ahorrarle a cualquiera años de sufrimiento y/o psicoterapia.
No es sorprendente que en los últimos tiempos, múltiples autores/maestros espirituales, algunos de los cuales se han convertido en bestsellers internacionales (por ejemplo, Tolle, Singer), hayan estado difundiendo el mensaje de la espiritualidad.
Finalmente, un punto de partida alternativo para acceder a su espiritualidad es considerar la siguiente distinción del yo, proporcionada hace más de un siglo por William James, fundador del movimiento psicológico.
En resumen, esto se refiere a los "dos tipos de "yo" en la conciencia autorreferencial.
El yo como "yo" (el conocedor o yo superior) se relaciona con el "yo" como sujeto de experiencia (yo como sujeto), que también se relaciona con experiencias de meditación y estudios vinculados a la noción de atención plena.
El agente causal, el pensador u observador que hace el pensamiento u observación, también es responsable de la autoconciencia y el autoconocimiento. El "yo" (el yo conocido) se refiere al yo como el objeto de la experiencia o cognición (el yo como objeto). Esta distinción en la conciencia autorreferencial ha resurgido recientemente en la ciencia neurocognitiva, particularmente en estudios experimentales que investigan lo fenomenológico yo y conciencia.
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Evidencia de investigación que respalda la espiritualidad (2/3)
Un cuerpo de evidencia de investigación indica que la espiritualidad juega un papel importante en el tratamiento de afecciones médicas y psicológicas (Stanard et al., 2000) y que cualquier forma de psicoterapia que explore la profundidad de la psique humana eventualmente alcanzará el dominio espiritual (Elkins, 2005). Los resultados metanalíticos de 31 estudios que investigan psicoterapias de orientación espiritual proporcionan evidencia empírica de sus beneficios para las personas que experimentan diversas afecciones psicológicas, como ansiedad, trastornos alimentarios, depresión y estrés (Smith et al., 2007).
Las contribuciones contemporáneas en conciencia informan las asociaciones positivas y causales entre el bienestar espiritual y la salud mental (Saad et al., 2022), así como evidencia de apoyo para el uso de experiencias espirituales para tratar afecciones como la adicción, la depresión y la ansiedad para transformar vidas positivamente (Corneille y Luke, 2021).
Contribuciones recientes a la psiquiatría afirman que "la psiquiatría clínica de vanguardia busca brindar un tratamiento exitoso a las personas con enfermedades mentales en un enfoque integral que integre aspectos sociales y espirituales" (Huber & Schneeberger, 2020, p. 1).
Finalmente, se ha descubierto que los avances recientes derivados de investigaciones científicas rigurosas que examinan la eficacia de los programas de 12 pasos (12SP), inicialmente generados por Alcohólicos Anónimos (AA) y el tratamiento de la adicción, son intervenciones independientes efectivas para el trastorno por uso de sustancias, así como prácticas clínicas profesionales adjuntas efectivas (Kelly et al., 2020). A pesar de las dudas y críticas anteriores de la academia, hoy en día, "la evidencia de la eficacia de las intervenciones de 12 pasos es convincente" (Greene, 2021, p. 19). La espiritualidad es una construcción central, un factor terapéutico y un mecanismo de cambio inherente a ellas. (Kelly et al., 2011).
(CONTINUARÁ)
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La Espiritualidad como constructo PSICOLÓGICO y factor terapéutico. (1/3)
La espiritualidad se ha considerado tradicionalmente un concepto esquivo que es difícil de investigar. Por lo tanto, su papel en el bienestar psicológico se ha visto en gran parte ausente. Más recientemente, sin embargo, la espiritualidad se ha colocado legítimamente en la psicología contemporánea. Esto incluye proposiciones metateóricas que la explican como un constructo psicológico legítimo, que difiere de la religiosidad y tiene aplicabilidad transcultural.
Por ejemplo, contribuciones recientes en la terapia de esquemas, un modelo cada vez más popular adoptado por los médicos para trabajar con personas con múltiples trastornos, explican la espiritualidad como "una sabiduría natural o espiritualidad que no se canaliza necesariamente a través de la religión institucional, y que proporciona una sensación de fortaleza y dirección frente a la pérdida y la adversidad" (Edwards, 2022, p. 5).
Del mismo modo, los avances recientes en psicología de la salud han desarrollado medidas para evaluar la espiritualidad (Braghetta et al., 2021). Se propone un nuevo marco en la salud para una mejor comprensión de la espiritualidad como un aspecto importante de la investigación en salud (de Brito Sena et al., 2021).
(CONTINUARÁ)
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La espiritualidad como herramienta para cuidar la salud mental.
La Espiritualidad puede comprenderse como una experiencia renovadora de nuestro Yo. 2/2
Este Yo ayuda a tomar conciencia de nuestras sensaciones, sentimientos, pensamientos y acciones. A través del Yo construimos significados que permiten fortalecer nuestra identidad, seguridad y felicidad, con la finalidad de lograr una trascendencia para el bien propio y del otro.
Si la espiritualidad la asumimos como una renovación de nuestro Yo podemos confrontar nuestros miedos y hasta la desesperanza, para integrar nuestros aspectos biopsicosociales. Si bien es una experiencia individual que nos podría llenar de bienestar emocional, este impacto se puede trasmitir a los demás, a través de relaciones interpersonales saludables.
Con la práctica de la espiritualidad podemos encontrar esperanza; entendida como una motivación y emoción que impulsa a buscar posibilidades en nuestro futuro y procurar un valor positivo en nuestras decisiones. Es mirar hacia adentro y buscar nuestra verdadera esencia, lo logramos con ayuda de nuestra capacidad de autoconocimiento para intentar responder el quién soy, enfrentar a nuestro yo real y darle un sentido a la vida.
Entonces ¿Será la espiritualidad una experiencia para encontrar nuestro sentido de vida y cultivar adecuadamente nuestra salud mental? La espiritualidad parece que genera una visión diferente de la vida, es encontrarse con algo verdadero de sí mismo. En la actualidad parece utópico encontrar un significado verdadero de nuestro yo, vivimos en la constante prisa, es una necesidad de ganarle al tiempo y es imposible hacer una pausa para centrarnos en nosotros mismos. A menos que sucedan situaciones inesperadas como la pandemia que nos obliga a buscar nuevas alternativas para volver adaptarnos a las exigencias del entorno y llenar los vacíos que podría provocar esta angustia.
La espiritualidad nos podría alejar del vacío existencial, para darle una forma o sentido aquel sufrimiento presente, para esto Molla (2002) propone que el ser humano debe enfocarse en su bienestar físico, psicológico y espiritual. El primero, se centra en reconocer las sensaciones corporales, el cuerpo es tomado como un vehículo que conecta nuestra subjetividad con lo físico. El segundo, se basa en la conciencia de sí mismo, el descubrimiento de lo que verdaderamente somos, lo que sentimos y pensamos. Y, el tercero, el encuentro y aceptación del ser, expresado a través de nuestras actitudes, formas de afrontamiento y valores. Todo ello nos llevaría a satisfacer nuestras necesidades afectivas y alcanzar la autorrealización, entendida como el desarrollo personal y la felicidad.
La práctica de la espiritualidad como un estilo de vida podría favorecer en el replanteamiento de los intereses personales, mejorando las condiciones de vida de toda persona. Es un ejercicio que promueve el desarrollo de una actitud y emociones positivas. Nos ayuda en el reconocimiento de nuestro ser, redirecciona nuestro yo en medio de la angustia, del sufrimiento o de la tristeza. Facilita la revaluación de decisiones y metas. Se trata de mirar el pasado y conectarlo saludablemente con el presente. Víctor Frankl expresaba que hasta el sufrimiento tiene un propósito y que es la propia persona quien le da el significado y utilidad.
Cultivar la espiritualidad favorece la salud mental, es una herramienta valiosa para promover espacios de autocuidado en las escuelas, universidades, institutos y en otros sectores. Podemos empezar por buscar espacios individuales o grupales de autoconocimiento. La práctica de la meditación o conciencia plena también nos invita al encuentro del Yo. Compartir un espacio de reflexión con nuestros pares facilita la identificación y validación de nuestras emociones. Todo ello desarrolla la autonomía, la agencia y los recursos personales.
(Escrito por Rosa Milagros Isla Castillo Revista Ideele N°301. Diciembre 2021)
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Salud Mental como consciencia de cualidades y recursos personales para afrontar factores estresantes de la vida cotidiana. 1/2
Según la Organización Mundial de la Salud, la salud mental es el estado de bienestar que se centra en la consciencia de las propias cualidades y los recursos personales para afrontar los factores estresantes de la vida cotidiana. También es el equilibrio afectivo entre lo personal y lo social durante las diferentes etapas de la vida del ser humano.
La salud mental es dinámica y se encuentra influenciada por diversos factores biológicos y físicos, también por determinantes sociales como la pobreza, la política, la violencia y las brechas educativas, entre otros. Esto genera experiencias que impactan en nuestra subjetividad, originando así, como se percibe el mundo interno y externo. A partir de ello elaboramos nuestras ideas, emociones y conducta, las cuales son esenciales para configurar nuestro bienestar integral. Gracias a ello podemos conocer y hacer los esfuerzos cognitivos y conductuales frente a las adversidades y tener vínculos sanos con los demás.
A lo largo de nuestra vida tenemos diversas experiencias que pueden impactar en nuestra salud mental, por ejemplo, situaciones inesperadas como la pandemia. Actualmente, datos en nuestro país como los señalados por el Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado – Hideyo Noguchi, nos alertan sobre la actual problemática emocional. La prevalencia de padecer algún trastorno mental a nivel nacional es de 33.7%. Es decir 1 de cada 3 personas podría padecer alguna dificultad que altere su salud mental. Por ejemplo, los casos que ha registrado el Ministerio de Salud en los primeros cuatro meses del año presente; 156 mil casos de ansiedad, 77 mil casos de depresión y 60 mil casos de violencia, entre otros.
Específicamente, en el espacio universitario peruano, el 38% de los estudiantes padecen de algún malestar emocional que impacta en su salud mental, principalmente con síntomas de ansiedad y depresión (Ministerio de Salud, 2020). Estos datos nos permiten reflexionar sobre las diversas circunstancias que vivimos a lo largo de nuestra vida. Es importante que cada sujeto desarrolle su capacidad de adaptación para hallar un equilibrio entre su afectividad y los factores del entorno.
Una adecuada salud mental permite el control y manejo del estrés, encontrar soluciones a las dificultades y mejorar nuestras relaciones interpersonales. Nos estimula a disfrutar de todas las cosas que realizamos y genera sensaciones y emociones agradables. Para lograr este bienestar necesitamos reconocer nuestras debilidades y fortalezas, además desarrollar autonomía y autocuidado, pero ¿cómo logramos una adecuada salud mental?
Alguna vez hemos escuchado sobre la espiritualidad y, probablemente, la asociamos con creencias religiosas con la motivación de encontrar respuestas y alguna satisfacción personal. Parece que despierta nuestra curiosidad por encontrar algo trascendente. Nos inquieta y motiva a buscar un sentido y un significado de vida. Es una experiencia individual y dinámica, puede cambiar según nuestro ciclo vital y situaciones que experimentamos, de ahí que existan, diversas concepciones.
Para Harold Koenig (2001) médico psiquiatra, la espiritualidad es una búsqueda personal para comprender, entender y darle un significado a nuestra vida que puede relacionarse con Dios o con la necesidad de trascender.
Los psicólogos Martin Seligman y Christopher Paterson (2004) consideran que la espiritualidad es el resultado interno que se constituye por diversas experiencias individuales y el significado que se les da a éstas. Es aquella experiencia que revela nuestra verdadera esencia y permite dar sentido a la vida, sin embargo, llegar a este punto de satisfacción puede ser complejo. Necesitamos movilizarnos a través de la incertidumbre y la angustia como señales de la experiencia.
Al acercarnos a la experiencia interna, las emociones se activan y se relaciona con hechos que hemos vivido o sufrido, al no saber qué sucede aparece la angustia y, probablemente, trataremos de evitar esa sensación o emoción desagradable. Asu vez, nos sentimos inseguros y limitados a lo que pueda suceder.
(Escrito por Rosa Milagros Isla Castillo Revista Ideele N°301. Diciembre 2021)
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Padres irlandeses toman medidas contra los teléfonos inteligentes tras la creciente preocupación por la SALUD MENTAL de los NIÑOS.
Justyna Flynn, psicóloga clínica y residente de Greystones con tres hijos en la escuela, dijo a “Fox & Friends”:
“Fueron simplemente sorprendentes los resultados de la creciente ansiedad, depresión y todo lo que notamos… de tener un teléfono móvil, especialmente entre los niños pequeños” Y agregó que “el apoyo que recibió este pueblo fue increíble”.
Informes del NYPost : Las asociaciones de padres de ocho escuelas de la ciudad de Greystones en el condado de Wicklow, Irlanda, decidieron a principios de este verano restringir el acceso de sus hijos a los teléfonos inteligentes en medio de preocupaciones sobre una creciente ansiedad y una posible exposición a material para adultos, informó The Guardian.
El acuerdo, firmado conjuntamente por todos los grupos en una rara muestra de unidad entre tantos grupos, restringiría el acceso de los niños a los teléfonos en casa, en la escuela y en otros lugares hasta que lleguen a la escuela intermedia y secundaria.
Las escuelas ya habían prohibido o restringido el uso de dispositivos en sus instalaciones, pero los padres decidieron ir un paso más allá.
“Creo que el acceso que tienen los niños a Internet, o el acceso de nuestros hijos a Internet, no sabemos qué está pasando ahí”, explicó Flynn, diciendo que espera que la restricción se extienda también a la escuela media y secundaria.
“El cerebro no está desarrollado [para los niños]… su uso del teléfono está asociado con ansiedad, depresión, obesidad, trastornos del sueño y muchos otros problemas de salud”, añadió.
Los informes publicados a principios de este año por las Naciones Unidas encontraron que los teléfonos inteligentes “distraen a los estudiantes del aprendizaje y al mismo tiempo aumentan los riesgos para su privacidad”, informó la BBC.
Además, el informe encontró que los estudiantes obtuvieron mejores resultados académicos una vez que se retiraron los teléfonos inteligentes de las escuelas.
Los teléfonos inteligentes proporcionan “distracción, perturbación, intimidación y abuso y pueden ser perjudiciales para el aprendizaje”, según el Departamento de Educación británico, que sugirió que los profesores “consideren restringir o prohibir los teléfonos móviles para reducir estos riesgos”.
(tomado de FORO DE LA VIRGEN_REDES)
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¿Cuál es el secreto de la felicidad?
Los estudios muestran que una fe fuerte en Dios (espiritualidad) afecta positivamente la Salud Mental.
Un problema fundamental en la vida moderna es que pocas personas se toman el tiempo para reflexionar sobre su existencia y su propósito, y si sus hábitos diarios los llevan hacia o lejos de un producto final con el que estarán satisfechos cuando, en su lecho de muerte, reflexionen sobre ello.
La crisis de salud mental de Estados Unidos está empeorando, especialmente entre los jóvenes de nuestra nación. NBC informó que un importante hospital infantil de San Diego registró un “aumento del 30 por ciento en el número de niños que experimentaban crisis de salud mental” y “algunos niños de tan solo seis años han llegado a la sala de emergencias con pensamientos suicidas” .Es una historia similar en todo el país, con algunos estados considerando hospitalizaciones involuntarias “para enfrentar [la] creciente crisis de salud mental”, como dice PBS.
¿Qué hay detrás de nuestras tasas vertiginosas de trastornos de salud mental? ¿Cómo llegó nuestra cultura a este punto y por qué, a pesar de las hospitalizaciones, los medicamentos y las terapias, nuestra salud mental colectiva sigue empeorando?
El libro: "Woke-Proof Your Life: Un manual para escapar de la locura política moderna y protegerse a sí mismo y a su familia viviendo una vida más autosuficiente y plena", dicta la creencia o la no creencia en Dios, la forma en que las personas perciben la vida y la viven, y cuál perciben que es el objetivo de la vida.
Un problema fundamental en la vida moderna es que pocas personas se toman el tiempo para reflexionar sobre su existencia y su propósito, y si sus hábitos diarios los llevan hacia o lejos de un producto final con el que estarán satisfechos cuando, en su lecho de muerte. , reflexionen sobre ello.
Mientras nuestro mundo prioriza la conveniencia, el placer y la gratificación instantánea por encima de todo, el espíritu contemporáneo es que la “felicidad”, manifestada en el placer físico y emocional, es lo único que importa y es un fin en sí mismo.
El mundo moderno y "despertado" intenta burlar a Dios, eludiendo las leyes de la naturaleza mediante pastillas para bajar de peso, píldoras de la felicidad y cirugías estéticas, cualquier cosa menos practicar la introspección y la disciplina que han demostrado desde tiempos inmemoriales satisfacer el anhelo del hombre tanto como sea posible. en este mundo. Lo que los despiertos rechazan es que Dios es el “único truco extraño”.
Como sabemos, y como lo expresó tan perfectamente CS Lewis:
“Dios no puede darnos felicidad y paz separados de Él mismo, porque no están allí. No existe tal cosa."
No es coincidencia, entonces, que a medida que la creencia estadounidense en Dios y la fe cristiana alcancen mínimos históricos, también lo hacen nuestros niveles de felicidad. A pesar de todos nuestros asombrosos avances tecnológicos y nuestra riqueza material generalizada, nosotros, como nación, tenemos una mayor depresión, menos amigos y una mayor alienación que nuestros padres o abuelos.
Esto se debe a que estamos abandonando el cristianismo, el eje que mantiene unida a la civilización occidental desde sus inicios y la única y verdadera fuente de paz terrestre.
Nuestros apetitos humanos son ilimitados, razón por la cual Dios proporcionó barreras de seguridad muy claras sobre cómo moderarnos. Lo que la sociedad está descubriendo por las malas es que hacer “lo que te hace feliz” a través de actividades mundanas, materialistas y hedonistas sólo conducirán a más descontento y problemas de salud mental.
El "secreto" de la felicidad no es ningún secreto. Dios no es malo.
Él ha explicado de infinitas maneras, no sólo a través de las Sagradas Escrituras, la tradición y los ejemplos de innumerables santos creyentes, sino también a través de obvias señales terrenales, cómo vivir de una manera que le agrade.
La razón por la que nuestros problemas de salud mental continúan aumentando es porque, en su mayor parte, las personas no buscan ni se les ofrece la receta adecuada. Confiar en Dios para todas las cosas y confiar en Su gracia y misericordia reduce la ansiedad de las personas y las libera para ser más considerados con los demás.
La autora Ericka Andersen estudió y escribió sobre este fenómeno. En un artículo para USA Today, Andersen informó: t.me/Art_ForosVirgen/178111 de septiembre a las 01:13
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Conquista tu mundo interior. (2/2)
Veamos ahora las otras dos ideas que Carl Jung expone en su teoría psicológica que habla sobre la 'exploración del mundo interior'.
3. Dice esta teoría, que en algún momento de sus vidas tanto mujeres como hombres, caemos en la cuenta de que no existen valores exclusivamente femeninos y valores exclusivamente masculinos, y que tales “clasificaciones o atribuciones” resultan arbitrarias, discriminatorias y limitantes.
De tal forma que valores como “fortaleza, valentía, competencia, racionalidad” –tradicional y culturalmente- atribuidos a los hombres o valores como “ternura e intuición, delicadeza y espiritualidad”, tradicionalmente atribuidos a las mujeres, resultan –todos- necesarios para cultivar y madurar plenamente la personalidad tanto femenina como masculina.
4, Dice Jung, finalmente, que esto suele ocurrir de manera clara y contundente cuando hemos envejecido, pues cuando somos jóvenes estamos más orientados al mundo exterior y la extroversión, pero una vez que la familia ya ha salido adelante y la vida profesional cambia o finaliza – a los 60 y más- mujeres y hombres nos sentimos y estamos más libres para cultivar las propias preocupaciones, reflexionar sobre los propios valores y alcanzar exitosamente uno de los grandes objetivos de la vejez, explorar y conquistar nuestro mundo interior.
En conclusión, cuando envejecemos nos hace mucho bien reconocer con sinceridad dos cosas.
- Que nuestras mayores luchas, tal vez exitosas, tal vez fallidas, han sido siempre con el afán de encontrar la Verdad;
- y que esa Verdad -buscada y esperada por años- ha estado siempre dentro de nosotros mismos.
Antonio Alonzo Ruiz, psicólogo clínico.
Tutor de Salud Mental y Espiritualidad para Adultos.
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Conquista tu mundo interior. (1/2)
Platicando con los abuelos, les presenté una teoría psicológica que habla sobre la 'exploración del mundo interior' de un médico psiquiatra y psicólogo suizo llamado Carl Gustav Jung, considerado padre de la psicología profunda la cual estudia el alma y la vida interior del ser humano. Jung se dio cuenta –les comenté- de que las personas mayores nos seguimos esforzando por desarrollarnos y ser mejores. Observando y analizando el comportamiento de las abuelas y los abuelos, Jung nos deja cuatro ideas muy claras al respecto, veamos las dos primeras:
1. No se alcanza una personalidad plenamente integrada sino hasta el final de la vida. Esto significa que hasta el último día de nuestra vida, tendremos algún aspecto qué madurar de nuestras actitudes y comportamientos.
2, Para poder terminar satisfactoriamente el proceso de maduración humana –dice Jung- hay que reconocer y reconciliar fuerzas y tendencias que están en conflicto dentro de nosotros mismos.
Lo primero por reconocer y reconciliar según esta teoría, es que la naturaleza humana es sexuada: mujer y hombre, que no se excluyen a sí mismos, sino que se complementan. Por lo que en la vejez, tanto la mujer como el hombre, tratamos de reconocer y reconciliar nuestras diferencias –femeninas y masculinas- en vez de entrar en conflicto con ellas, como -tal vez- ocurrió en nuestra vida pasada.
De hecho, la mujer puede continuar madurando su “feminidad” a través de los valores masculinos que ella aprecie como importantes; y el hombre puede complementar la madurez de su “masculinidad” a través de los valores femeninos que considere como necesarios para vivir plenamente como hombre.
Antonio Alonzo Ruiz, psicólogo clínico.
Tutor de Salud Mental y Espiritualidad para Adultos.
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Si la religión y la espiritualidad no ayudan a ser mejores personas, algo NO está funcionando bien…
¿Es lo mismo ser religioso que ser espiritual?
Investigadores de la UVM y la UNAM, exploraron, a través de entrevistas y cuestionarios, cómo viven su vida religiosa y espiritual los Adultos Mayores mexicanos y cómo impactan en su salud mental. La muestra tomada para la investigación fue de 125 personas entre los 60 y 70 años, de ambos sexos, con nivel educativo y religión indistintos.
Los resultados de la investigación están llenos de datos muy interesantes y conclusiones que rayan en lo asombroso. Por ejemplo, que una buena parte de los adultos mayores mexicanos que se dicen 'religiosos', es notable -según los resultados que arroja el estudio- que dicha religiosidad no les ayuda mucho contra los sentimientos de soledad e incluso depresión; otra parte de ellos se mostró satisfecha con sus prácticas espirituales, mostrando una mejor salud mental.
¿Dónde reside la diferencia?
Al leer con atención los resultados completos y sus conclusiones, me quedaron claras, entre otras, dos cosas: hay personas que ‘usan’ la religiosidad y otras que ‘viven’ su espiritualidad.
Usar la religiosidad, significa tener la religión simplemente como un refugio ante nuestros temores e inseguridades, pero sin ninguna convicción y compromiso con las normas éticas y morales que toda religión -seria- nos va a sugerir. Nos decimos religiosos, pero en realidad, nuestro comportamiento cotidiano, demuestra una profunda actitud materialista, egoísta e incluso, irrespetuosa ante las realidades y situaciones que exigen nuestra atención y participación directas, así como nuestra comprensión y solidaridad concretas.
Vivir la espiritualidad, significa que nuestros comportamientos cotidianos, son guiados y expresan un compromiso claro, concreto y estable con la ética y la moral que la religión que hemos elegido nos sugiere e, incluso, exige. Me parece que aquí reside la gran diferencia.
En conclusión, para enfrentar exitosamente los grandes desafíos y retos que trae consigo la vida cotidiana -para ser mejores personas- no te será suficiente usar la religiosidad como un refugio.
Es necesario descubrir la verdadera espiritualidad como una práctica cotidiana que nace de tu interior, guiada y comprometida con principios éticos y morales que sostienen y alimentan tus convicciones más profundas y te llevan a la acción concreta, eligiendo siempre el mejor de los comportamientos, tanto para ti, como para todas las personas que caminan contigo a lo largo de la vida.
Nota: No aplican restricciones. Los resultados de este estudio son válidos para todas las edades, religiones, partidos políticos, condición social y sexo.
Antonio Alonzo Ruiz, psicólogo clínico.
Tutor de Salud Mental y Espiritualidad para Adultos.
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La espiritualidad y la vida interior incrementan la salud mental (prueba rápida de salud mental) 2/2
La espiritualidad y la vida interior son fuentes inagotables de salud mental, la cual se expresa y mide a través de un estado emocional estable o equilibrado -mundo interior- y de una relación saludable y adaptativa con las personas y las cosas que te rodean. -mundo exterior-.
Por lo que a lo largo de nuestra vida debemos mantener atención y cuidado constantes en todo lo que respecta a nuestra salud mental. Podemos decir que la salud mental está estrechamente ligada a nuestra salud espiritual y física. Aunque, dicho sea de paso, de hecho, la primera suele sostener la segunda.
Ejemplos muchos tenemos en los que hemos visto cómo un espíritu fuerte sostiene un cuerpo enfermo, y cómo un cuerpo fuerte puede derrumbarse cuando el espíritu está enfermo.
Bien, con la intensión de describir qué es la salud mental, resaltemos tres elementos con los que podemos, por una parte, entender mejor su significado y, por otra, medir la calidad de nuestra salud mental y, por tanto, espiritual.
Te invito a hacer una sencilla y rápida prueba de salud mental.
Instrucciones para la prueba:
Responde a estas tres preguntas de la prueba sin pensarlo mucho, es decir, de la manera más espontánea posible.
Debes responder “coincido” o “no coincido,” de manera espontánea después de leer cada una de las tres afirmaciones siguientes.
¿Listo? Sé sincero contigo mismo y adelante.
Primera afirmación: Me siento bien conmigo mismo y con mi forma de vida.
Segunda afirmación: Conozco y acepto mis cualidades y defectos y
trabajo a diario para ser mejor persona.
Tercera afirmación: Afronto con éxito las tensiones cotidianas de la vida.
Si coincidiste de manera espontánea con las tres afirmaciones anteriores, ¡Felicidades! Significa que tienes una salud mental de buena calidad y tu salud espiritual puede incrementarse, si así lo decides.
Sigue trabajando cuidadosa y positivamente en ella. No la descuides.
Quienes no coincidimos de manera espontánea con las tres afirmaciones anteriores o tuvimos duda en coincidir con alguna de ellas, podría significar que debemos estar más atentos y trabajar más con nuestra salud mental. Sobre todo, en el punto con el que no coincidimos o en el que tenemos sinceras dudas en coincidir.
Es muy importante aclarar, que el hecho que tengamos la necesidad de trabajar más en nuestra salud mental no significa, necesariamente, que tengamos algún trastorno de la conducta, que sería algo completamente diferente.
La salud mental es algo en lo que todos, sin excepción, debemos estar atentos y trabajar para mejorarla todos los días de nuestra vida.
En conclusión, tu salud mental tiene que ver con el estado de bienestar que experimentas cada día y a cada momento, por el simple hecho de estar vivo.
Y recuerda que la espiritualidad y la vida interior son extraordinarias fuentes de salud mental, emocional y relacional.
Antonio Alonzo Ruiz, psicólogo clínico.
Tutor de Salud Mental y Espiritualidad para Adultos.
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La espiritualidad y la vida interior incrementan la salud mental 1/2
Platicando con algunas personas, alguna de ellas me preguntó que si el gusto por la espiritualidad y la vida interior se heredan o se aprenden.
En cuanto a la espiritualidad, le contesté, en lugar de decir que se hereda, a mi entender, lo que me parece más adecuado decir es que 'somos espirituales' -por naturaleza- desde el seno materno.
Y en cuanto a la vida interior, sería mejor decir que -desde pequeños- podemos aprender a 'cultivarla'.
En realidad, ser ‘espiritual’ antes de ser una decisión u opción personal, es una característica propia de la naturaleza humana.
La antropología filosófica define con claridad la naturaleza de la persona humana: “Somos espíritu encarnado o cuerpo espiritualizado.”
Somos corporales y espirituales en una misma naturaleza y persona.
Por tu cuerpo estás presente e interactúas con un mundo y una vida exterior y material; por tu espíritu tienes acceso e interactúas con un mundo y una vida interior e inmaterial.
Por lo tanto, tu cuerpo es la puerta a un mundo y a una vida exterior y tu espíritu te conecta a un mundo y a una vida interior.
Ambos mundos, son igualmente reales e importantes para tu desarrollo humano integral, que interactúan y se conjugan en tu misma persona.
En ambos mundos -en el mismo tiempo y espacio- se va desarrollando y escribiendo la historia completa de tu existencia... (continuará)
Antonio Alonzo Ruiz, psicólogo clínico.
Tutor de Salud Mental y Espiritualidad para Adultos.